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Columnata abierta

El intríngulis de la noticia

Andan agitadas las redes sociales y la comunidad periodística por una pieza de un informativo de Canal4 TV emitido la semana pasada en Balears. La "noticia" -así la han seguido calificando los periodistas que presentan el noticiario- era más bien un comentario editorial sobre la figura del alcalde de Palma en funciones, Mateo Isern. Ha llamado atención la retahíla de insultos, improperios y descalificaciones personales que se le dedican, y justo al acabar la tanda de injurias se afirma que "después de las ejecutivas de los partidos políticos es cuando se conocen los verdaderos intríngulis de las formaciones". Vamos entonces con el intríngulis de la "noticia" para tratar de entender la desmesura de las ofensas que tanto han sorprendido.

Durante la primera mitad de la legislatura el equipo de José Ramón Bauzá diseñó una estrategia de comunicación no ya novedosa, sino revolucionaria. Se trataba de demostrar que los medios de comunicación convencionales ya no eran relevantes a la hora de trasladar la acción de gobierno o conformar una imagen ante la opinión pública, que en la era 2.0 su capacidad de influencia se estaba reduciendo a marchas forzadas, y que Twitter era la hostia. Los resultados de aquella genialidad no necesitan ser comentados, y en honor a la verdad hay que decir que sus responsables reconocían ya hace unos meses que si tuvieran que empezar de nuevo sus relaciones con los medios de comunicación lo harían de otra manera. Era un poco tarde, pero a pesar de la leve autocrítica los hay que siguen reduciendo el problema a una cuestión de publicidad institucional. Si pagas te tratan bien. Esto supone una simplificación excesiva, que funciona bien con algunos medios, pero no con todos, o al menos no de la misma manera.

En esos primeros dos años de Bauzá al frente del gobierno las críticas hacia su persona en Canal4 TV fueron brutales. No digo yo que no se pudieran encontrar numerosos motivos para el reproche, pero el tono y la intensidad de los calificativos llegaban a resultar grotescos. Frente al boxeador fino que se mueve con agilidad frente al rival y le lanza golpes precisos, aquello tenía aspecto de riña tabernaria, con el beodo lanzando manotazos al aire con la esperanza de alcanzarle la jeta a Bauzá. Eran los tiempos de la descalificación generalizada de toda la clase política, sin muchas distinciones, no vayamos a pensar ahora que este tipo de demagogia es hija única de Pablo Iglesias, porque tiene más padres. Pero en ese afán por darle duro a Bauzá, se escenificó la llegada de un político nuevo, que encarnaba para algunos la esperanza de un cambio en la manera de hacer política. Las entrevistas amables a Mateo Isern en octubre de 2012, y marzo y agosto de 2013 -esta última paseando por el Born- irritaron a algunos porque se produjeron en pleno levantamiento empresarial contra el Govern en contra de los impuestos ambientales, y justo antes de estallar la revolución anti-TIL en las aulas y en las calles. La explicación que hallaron los enojados a tanta vaselina y almidón periodístico era sencilla: sin que se notara, Isern estaba regando de pasta a Jacinto Farrús, al igual que hacía con el Grupo Serra, con Diario de Mallorca, y para los más paranoicos seguramente también con Al Jazeera. Aún hubo tiempo para una última entrevista en Canal4 TV a Mateo Isern. El 23 de junio de 2014, el protagonista del bochornoso espectáculo de la semana pasada, Biel Ramis, comenzaba su turno de preguntas al alcalde de Palma dando las gracias a la presentadora del programa por permitirle estar allí con uno de los personajes más interesantes de Balears.

Pero los problemas, algunos, se solucionan hablando. Quedaba poco tiempo, y el tratamiento informativo en Canal4 de las decisiones del Govern de Bauzá sufrió un viraje tan brusco que algunos salieron despedidos por las ventanillas de ese tren a toda máquina. El 2 de febrero de 2015, es decir, sólo siete meses después de los últimos elogios, y cuando Isern ya estaba defenestrado para repetir como candidato a la alcaldía de Palma, en el ciutat.es que dirigía Biel Ramis, propiedad del mismo grupo de comunicación, se editorializaba sobre su "patética herencia", su imagen lamentable, su ineptitud, su endiosamiento y sus fracasos. No se le atribuía un solo logro, ni siquiera en parte, porque el saneamiento de las cuentas públicas municipales eran mérito exclusivo de Montoro y Bauzá. No digo yo que un periodista no pueda cambiar la opinión sobre un político, pero hay aquí una cuestión de plazos y velocidad en la mutación que puede resultar algo desconcertante para el lector o espectador, y poner en cuestión la credibilidad del medio, si es que se le otorga a ésta algún valor por parte de su propiedad.

Y así llegamos a la histórica pieza de la semana pasada, que será utilizada en facultades de periodismo como ejemplo para los alumnos de los límites en su futuro oficio. Por desgracia, los profesores se centrarán en lo poco edificante que resulta en un informativo de televisión llamar a alguien cobarde, mezquino, acojonado, gallina, cagado y traidor, por ejemplo. Pero hay algo mucho más letal para la apariencia de objetividad. De los innumerables fracasos de la gestión de Isern, precisamente se tenía que citar en primer lugar la no aprobación de un nuevo Plan General de Ordenación Urbana, por delante de otras pequeñeces como el Palacio de Congresos, la corrupción policial, la suciedad en las calles, la inseguridad ciudadana, la presión fiscal, Son Gotleu, etc. La torpeza del redactor en este caso es infinita, porque debería haber tenido en cuenta que el empresario de la comunicación que le paga cada mes es a su vez un conocido promotor inmobiliario con intereses en la ciudad de Palma. Y siempre puede haber un malpensado que deduzca que esta invectiva salvaje tiene algo que ver con ello. Sobre todo teniendo en cuenta que no sería la primera vez que en Balears un grupo de comunicación arremete contra un político por una cuestión de intereses urbanísticos. El intríngulis de la "noticia" está en el despiste del periodista, que no quiso o no supo disimular este punto para evitar ensuciar aún más su profesión.

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