Crisis y corrupción han llevado a miles de baleares a dar la espalda al Partido Popular en las urnas, todavía calientes, del pasado domingo.
Las eternas secuelas de la crisis, en forma de paro, recortes sociales, bajadas salariales, precariedad laboral y negro futuro han forzado un apoyo a la izquierda, pero no la baja en calorías.
Més y Podemos tienen en sus manos el no defraudar las expectativas de muchos ciudadanos ansiosos de que la Administración trabaje para el bien común y no para los amigos y conocidos. El PSOE está llamado a ser un compañero de viaje en la aventura de conseguir una mejor redistribución de la riqueza.
El caso Palma Arena contiene tres piezas separadas de presunta financiación ilegal del PP, entre ellas la que afecta en solitario a Fernando Areal, exgerente de la fuerza conservadora y cuñado del expresident del Govern Jaume Matas, un parentesco que en su día fue un honor y ahora pesa como una rueda de molino atada al cuello.
Areal será juzgado por hacer trampas en 2007, como tesorero de los conservadores, pero se ha librado de acusaciones más graves como la malversación de caudales.
También hubo chanchullos del PP en los comicios del 2003, pero estarían prescritos, aunque algunos votantes no olvidan ni perdonan. Desde el 2007 al 2015 han pasado nada menos que ocho años, pero todavía colean las trapisondas de Areal, que, como buen imputado, se declara inocente.
Los nuevos gobernantes vienen con otros aires: justicia y transparencia.
