Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Con determinación, hacia el precipicio

La tardía comparecencia de Rajoy no fue para anunciar su dimisión como presidente del PP, sino para proclamar que "la victoria del PP es incuestionable", para apostrofarlo con "hemos ganado las elecciones". Estupor y bochorno son términos insuficientes para describir la sensación que provoca esta desvergüenza impropia de un presidente del gobierno. Como dijo una vez Fraga, gana unas elecciones quien puede formar gobierno. En un sistema electoral mayoritario gana las elecciones el partido o la coalición que consigue más electos en el total de circunscripciones uninominales (donde el electo es el que tiene más votos). En 2.000 Gore, con más votos, perdió frente a Bush, con más electos. En un sistema proporcional donde hay un partido A que consigue el 25% de los votos y cinco partidos B, C, D, E y F que consiguen cada uno el 15% de los votos, gana las elecciones la combinación de partidos que consigue la mayoría absoluta o la relativa que permite gobernar, no el que obtiene el 25%. Si Susana Díaz no consigue formar gobierno en Andalucía no habrá ganado las elecciones aunque sea la lista más votada. No poder formar gobierno significa haber perdido las elecciones. Que no insistan en el engaño. Que tan tontos no somos. De un total de 22.670.000 votos en las municipales, el PP ha obtenido 6.032.496, el 27,03%; 2.440.000 menos que en 2011, el 37,53%. Hasta llegar al 100% hay 16.637.504 votos que han ido a otros partidos. Y si en un número importante de autonomías y en las principales ciudades del país, las que anticipan los cambios sociales, se forman, como parece probable, gobiernos en los que no participe el PP, será evidente que este partido habrá sufrido una tremenda derrota.

Causa también perplejidad el regocijo con el que el PSOE ha saludado el resultado. No por sus resultados, sino por el tremendo placer de ver expulsar de las instituciones al PP, el enemigo, que no el adversario. Ha empeorado el peor resultado de su historia que era el de 2011, en el que consiguió 6.276.087 votos en las municipales, el 27,79%. Ha obtenido 5.587.084, el 25,03%. En Balears, el PSOE de Francina Armengol, en las autonómicas y en las municipales, también ha obtenido el peor resultado de la historia, por debajo del 20%. El auge de Més y de Podemos le permitirán paradójicamente amarrar algunas cotas importantes de poder. ¿En qué supuesto? Precisamente en el de que tanto el PSOE como Podemos incumplan sus compromisos de pactos poselectorales. Pedro Sánchez aseguró en RNE el día 12 de septiembre de 2014 que "Podemos es populismo" y que "con el populismo no va a pactar ni antes, ni durante, ni después". Unos días más tarde, reunido con la dirección del Instituto de la Empresa Familiar que preside Javier Moll, garantizó "rotundamente" que el PSOE "no alcanzará acuerdos con Podemos, nunca ni en ningún caso". Las reticencias hacia esas declaraciones se dejaron sentir entre quienes preveían la necesidad de contar con los votos de Podemos para acceder al poder en sus respectivos territorios: Susana Díaz, enfrentada a Sánchez y Ximo Puig en Valencia. Como se ha visto, plenamente justificadas. Meritxell Batet, miembro del PSC y de la ejecutiva federal del PSOE ha hecho una aportación novedosa al pensamiento político al afirmar estos días pasados que el populismo es también una filosofía; con sus pensadores. Se ve que con tal de hacer tragar lo intragable o de decir digo donde antes se decía Diego sin que se desmoronen las columnas del templo, se está dispuesto a cambiar hasta la historia de las ideas. El PSOE renuncia a la centralidad socialdemócrata para arañar poder y con eso, continuidad del pacto del Tinell, divide al país en una nueva versión del frentismo de Zapatero.

De las declaraciones de los dirigentes de Podemos animando a los ciudadanos de bien, de izquierdas y de derechas, a echar de las instituciones a "la casta" personificada por PSOE y PP está la hemeroteca plena. Que ahora estén dispuestos a pactar con el PSOE para echar a la "gentuza" del PP, con condiciones naturalmente, no significa otra cosa que, ante la dificultad (mayor de la prevista) de echarlos a todos de golpe, han decidido empezar por lo posible en este momento, que es echar al PP. Se supone que para más tarde echar al PSOE. Si contemplan facilitar gobiernos del PSOE, aceptar sus votos para gobernar ellos, compartir parlamentos o plenos, es que se están integrando en el sistema político. Lo cual significaría que no querían cambiarlo, simplemente querían sustituir al PSOE en el sistema bipartidista.

En Balears vivimos por dos veces la experiencia de un gobierno de taifas producto de un cambio de cromos. Un gobierno que era una simple ocupación del poder. En Cataluña, con otro gobierno pactado con las fronteras del sistema se gestó el embrión de la secesión nacionalista y la inestabilidad política. Como si fuéramos víctimas de una maldición, oscilamos entre la Escila de la corrupción y el clientelismo del PP y la Caribdis de la parálisis, la inestabilidad y el clientelismo del multipartito. Es la inestabilidad hipertrófica a la que estamos abocados por el reciente resultado electoral. Podemos no es la causa. Es el efecto. La causa es un sistema político blindado por los privilegios partitocráticos del PP y PSOE. Que se niegan a reformarlo (no sé si ya no están a tiempo) y nos dejan a merced de movimientos tectónicos impredecibles.

El panorama no puede ser más desolador. Podemos es la configuración política del estallido social del 15M causado por la ineptitud del PSOE en la gestión de la crisis económica, su continuidad en la política de recortes del PP en sanidad y educación, una insoportable tasa de paro, una corrupción generalizada y la certera constancia de que la clase política es una insensible casta de privilegiados. Como he dicho en otras ocasiones, el diagnóstico de la enfermedad que sufre el país hecho por Podemos es impecable y lo comparto. Su propuesta de terapia, radicalmente revisada ante cada acontecimiento electoral, descabellada y fuera del paradigma europeo. Los estallidos duran lo que duran pero son incapaces de establecer (por su propia naturaleza, ajenos a una adscripción ideológica) marcos estables de convivencia, de cooperación en vez de confrontación, de confianza y de seguridad jurídica para asegurar la inversión y el crecimiento económico. Los aspavientos son soportables y hasta comprensibles en la medida que sus protagonistas no estén al timón de la nave. Cuando el alborotado es el timonel, la nave naufraga. Quienes ya lo experimentan son los griegos. Está cayendo abruptamente la confianza en Syriza mientras el tiempo trascurrido desde las elecciones es ya tiempo perdido para las reformas. De la misma manera que en 1983 y 1984 nos ahorramos los españoles gobernados por el PSOE el tiempo perdido por los franceses con el programa socialista-comunista contra el muro del dinero de 1981 de Mitterrand, deberíamos evitar que en las elecciones de finales de año se repitiera entre nosotros el espejismo de que con Podemos se producirá el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

Compartir el artículo

stats