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Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

Mayo de 2015

De las elecciones autonómicas y locales surge una España poliédrica, reflejo de la atomización social y del descontento ciudadano. A pesar de la mayoría obtenida una mayoría relativa y escasa, el fracaso del PP preludia su próxima derrota en las generales de este otoño. El país vira hacia la izquierda con el ritmo imparable del hartazgo. Rajoy no ha sabido comunicar la recuperación económica, lastrado a la vez por la dureza de una crisis que no sólo ha dejado intactos los privilegios de las elites, sino que los ha reforzado. Sin duda, el correcto funcionamiento de las instituciones ha favorecido el saneamiento de la corrupción endémica, pero no fue suficiente para forzar el cambio de rostros. La ciudadanía, al contrario, ha optado por acelerar el proceso. Este mes de mayo nos deja además varios indicios a examinar. En primer lugar, subraya la notable pérdida de la credibilidad conservadora, lo cual va a reabrir una guerra interna en el seno del Partido Popular. En segundo lugar, y frente a la lectura inicial de las andaluzas, Podemos no ha tocado techo. Los círculos de Pablo Iglesias han sido capaces de trastocar por completo el mapa político español, especialmente en los núcleos urbanos, con puntas de lanza evidentes en Madrid y Barcelona, de un modo que Ciudadanos todavía no ha conseguido. Tomen nota: Iglesias sube y Rivera baja. O, al menos, se estanca. En tercer lugar, los socialistas han resistido con dignidad y recuperan el poder en algunas plazas destacadas. Un pacto PSOE-Podemos resulta hoy más posible que hace unos meses, a diferencia de una difícil alianza de alguno de los partidos de la estabilidad con C's. Una última evidencia: el pueblo español se encuentra abocado a la apertura de un nuevo proceso constituyente con todas las incógnitas que eso supone. La realidad termina imponiéndose casi siempre. También la sociológica y parlamentaria.

En clave local, José Ramón Bauzá será recordado salvando todas las distancias como el Rodríguez Zapatero del PP balear: un presidente desconectado de la realidad y arrogante, que se equivocó en sus principales decisiones de gobierno. Fue un grave error expulsar a Jaume Font y a Antoni Pastor, distanciando a los populares de sus bases en la part forana; como fue un error poner en marcha el TIL sin un consenso previo o despedir a Mateo Isern. Sin bases de poder el PP ha perdido todas sus plazas importantes, a los conservadores les espera una larga travesía por el desierto, con la necesidad de reinventarse y de buscar equipos completamente diferentes. La socialista Francina Armengol resiste a duras penas, atada de pies y manos por sus futuros socios de gobierno, Podem y Més, que seguramente le reclamarán la presidencia del Govern y de Cort. Tienen suficiente fuerza para ello (19 diputados frente a 14), así como para exigir reformas significativas en las políticas de gobierno. De hecho, el viraje a la izquierda resulta tan notable que por primera vez un Pacte de Progrés no va a precisar el apoyo del regionalismo conservador (antes UM, ahora El PI). Por este orden, los grandes triunfadores de la noche han sido Podem, Mes y El PI; pero sólo los dos primeros determinan el giro político en nuestra comunidad. La lista de víctimas va a ser larga.

El cambio conforma el ecosistema propio de la democracia. Es bueno, en tanto asienta la representatividad popular y dota de fluidez a los diversos estados de ánimo del país. Los triunfos de Ada Colau en Barcelona o el gran resultado de Manuela Carmena en Madrid articulan políticamente un espacio que existía en la sociedad y rompen con el edenismo utópico de la política alternativa. Para ellos, ha llegado el momento de la responsabilidad. Los partidos tradicionales se verán obligados a transformar su discurso y retirar a los viejos dinosaurios. El PP nacional confía ahora en una especie de espejismo inglés para las próximas generales. ¿Se concentrará el voto de las clases medias en torno a Mariano Rajoy? No parece que vaya a ser así, aunque seguramente recuperará algo de voto. Los analistas bursátiles hablan del "rebote del gato muerto" para referirse a las subidas sin fuerza tras una pronunciada caída. La sustitución política y generacional es ya un hecho. Nos adentramos en una nueva época.

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