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Matías Vallés

Las primeras elecciones democráticas

En vísperas de las elecciones británicas, el incorregible periodista Jeremy Paxman reflexionaba que "si estos comicios fueran los primeros de mi vida, no sé si me tomaría la molestia de votar". En el mismo artículo se corregía de inmediato, porque esa vacilación "es una estupidez". Al margen de la decisión sobre el voto, las municipales y autonómicas de este domingo son las primeras en la vida de todos los electores españoles. Bajo el formato de ámbitos más reducidos que el estatal, las urnas avanzan el vértigo de un país a estrenar, sin garantías ni deudas con épocas pretéritas ahogadas en un mar de corrupción. De ahí que personajes como Aznar o González no aparezcan hoy como tótem rebosantes de sabiduría, sino como residuos prehistóricos que no suscitan ni un bostezo.

Esperanza Aguirre se descontaba en el impuesto sobre la renta porque estaba demasiado ocupada denunciando que una victoria de Podemos implica que se han celebrado las últimas elecciones democráticas. En realidad, existía más peligro de que fueran las últimas si no se abría urgentemente el terreno de juego. Es Pablo Iglesias y no Pedro Sánchez quien fuerza el apartamiento inevitable de Chaves y Griñán, por no hablar de la jubilación de un monarca hoy en el exilio gastronómico y cuyos últimos años de reinado enhebran un rosario de disparates. A falta de concretar la amenaza de la candidata multimillonaria a la alcaldía de Madrid, han llegado los primeros comicios con jugadores que todavía no han incurrido en los vicios de la propia Aguirre o de Rita Barberá, símbolos de los peligros de permanencia en el escenario más allá de lo recomendable. Hay una edad para interpretar a Hamlet y otra para hacer de Rey Lear, la candidata madrileña ha adquirido los perfiles de Gloria Swanson en Sunset Boulevard o de Bette Davis en ¿Qué fue de Baby Jane?

Emilio Lledó aprovecha su condición de flamante y merecido premio Príncipe de Asturias para suspirar por el retorno este domingo "de la decencia". Aporta otra pista de que se celebran las primeras elecciones democráticas, en las que nadie podrá escudarse en que ha votado a PP/PSOE ante la ausencia de otra opción consolidada. Populares y socialistas debieran ser los primeros en felicitarse de la inauguración de una nueva época, porque medirá el valor exacto de sus propuestas en condiciones de mercado electoral, sin la atadura que supone el oligopolio. A falta de la ilusoria igualdad de oportunidades, los integrantes del microbipartidismo han perdido su preeminencia. Incluso la Grosse Koalition que propugnaban como una división acorazada de despedida ha encogido a Kleine Koalition, que evoca a un tiempo su pequeñez y su condición de kleenex. La coalición de usar y tirar, o de tirar antes de usar.

Juan Goytisolo no desaprovechó la oportunidad de saludar una nueva era democrática en la entrega del premio Cervantes, delante de un Rey también a estrenar y que este domingo debuta en un contexto electoral. La incertidumbre despertada por la llegada al trono de Felipe VI se repite ante el advenimiento de jugadores neófitos en las listas municipales y autonómicas. La ilusión es un término prohibido por prohibitivo en política, pero la normalidad acaba por imponerse como garantía burguesa. El recambio pacífico en la Corona tampoco tiene por qué ser traumático en las instituciones. La bisoñez dispara las lógicas alarmas, pero costará empeorar a Rodrigo Rato, ya sea desde posiciones acusadas de neoliberales o de chavistas.

Los nostálgicos del PP/PSOE se refugian astutamente bajo el adjetivo "ingobernable", a traducir por "ya no pueden gobernar los nuestros con tanta facilidad". Curiosamente, el calificativo no figuraba en su arsenal para describir la actual situación española, donde el anquilosamiento y la rapacidad de los partidos únicos ha desembocado en una atmósfera indeseable y que polariza la atención de la prensa internacional. Los políticos que cuentan dinero en grabaciones, continúan en listas electorales patrocinadas por el oligopolio. Los analistas negligentes al predecir esta situación carecen de un crédito adicional en su empeño por mantenerla. La derecha de Rajoy reclama la experiencia frente al amateurismo. A continuación, se extasía ante el genio innovador de Bill Gates o Steve Jobs, que iniciaron sus revoluciones en sótanos clandestinos. Las primeras elecciones democráticas sobrevienen en efecto en una atmósfera de bricolaje, que obligará a corregir miles de ensayos fallidos. También la evolución biológica del ser humano es un proceso de aficionados avanzando a ciegas. Como mínimo, no es un argumento para desecharla.

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