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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Generales anticipadas

Las alternativas que van a dilucidarse en estas elecciones municipales y autonómicas del próximo domingo, van a ser básicamente dos: la continuidad en el poder autonómico y local del PP y el PSOE, con el matiz de que se percibe una pequeña línea de rectificación en lo que se refiere al PSOE (en las declaraciones de Pedro Sánchez; en el caso de los candidatos locales como Armengol, más de lo mismo) y el cambio propugnado por Ciudadanos y Podemos. En el caso de Ciudadanos, reformas posibilistas dirigidas a las aspiraciones de las clases medias; en el de Podemos, reformas que impliquen un proceso constituyente. La indeterminación es mucho mayor en caso de victoria de Podemos por el contenido tan cambiante de sus propuestas desde las elecciones europeas. Han pasado de propugnar el asalto a los cielos a la manera de Vladímir Ilich (sic), a identificarse con un santo patrón de la socialdemocracia como Olof Palme. El descuelgue del buen Monedero acusando al partido de parecerse en su actuación a los que critican (la casta) ha sido significativo del desnorte ideológico. Han entrado en la lógica del poder por el poder.

Y si uno de los motivos principales de desafección del sistema político, además de la gestión de la crisis económica y el brutal paro, en especial entre los jóvenes, es la desaforada corrupción en todo el país, cabe preguntarse por los escenarios de la misma. El resultado de la reflexión no puede ser muy favorable para las tesis del autogobierno. Ha habido una corrupción ligada al poder central, sin duda, lo ejemplifica la corrupción en la cúpula del PP explicitada por los papeles de Bárcenas, la financiación ilegal con las aportaciones del mismo tenor de grandes constructoras y los sobresueldos de la cúpula partidaria. En el caso del PSOE (Filesa, Roldán). Pero aun así, las redes de financiación como la trama Gürtel y la Púnica estaban relacionadas con el poder regional del PP de Madrid y la Comunidad Valenciana y los ayuntamientos de Valencia y Alicante. Las otras importantes redes de corrupción han afectado a Castilla-La Mancha (campaña electoral de Cospedal); Balears (Govern de Matas, UM); Cataluña (caso Palau de la Música, caso Pretoria, Sabadell etc.); Andalucía (ERE de los gobiernos del PSOE de Chaves y Griñán); Navarra (caso Uralburru); recientemente en Castilla y León con el enriquecimiento de consejeros en relación a la financiación de los parque eólicos; en Galicia el clientelismo del PP en las diputaciones, especialmente de Orense, han sido escandalosas. Al poder autonómico, patronal y sindical hay que atribuirles el expolio sufrido por las cajas de ahorro: en Madrid (Bankia); en Cataluña (Caixa de Cataluña); en Valencia (Banco de Valencia, CAM); en Balears (Sa Nostra); en Andalucía (Cajasur); en Galicia (Nova Caixa); en Castilla-La Mancha (Caja de CLM) etc. La tesis del autonomismo era (y es) que cuanto más cercano esté el poder de decisión de los ciudadanos (derecho a decidir), mayor es su eficacia. La experiencia ha demostrado que cuanto mayor es la cercanía del poder a los ciudadanos, mayor es el clientelismo y la corrupción. La desaparición en la realidad de la adjudicación estatal de las plazas de los cuerpos nacionales de secretarios, interventores y depositarios en los ayuntamientos, diputaciones y consells, pasando a ser designados por los alcaldes y presidentes de las corporaciones, ha sido funesta para los intereses generales. Es duro reconocerlo para los que fuimos partidarios sin reservas del autogobierno de autonomías y ayuntamientos. Sin tutelas administrativas, que no políticas, de una administración central profesionalizada, esto no va a funcionar nunca. Por muy honestos que puedan ser los políticos en un momento dado, siguiendo la ley de Murphy, si algo puede empeorar (la condición humana), va a empeorar. Sobre esta cuestión nadie, ningún candidato dice ni mu (es políticamente incorrecto, es tabú). Lo cual es muy significativo para justificar, entre otras cosas, el fatalismo con el que muchos ciudadanos encaran estas elecciones. Es imposible volver al centralismo, pero no hacer nada es resignarse a la corrupción, al clientelismo (no existe la igualdad de oportunidades) y al despilfarro. Hay que reformular un modelo que ya ha acumulado demasiadas reservas.

Otra cuestión es esta campaña electoral donde los líderes estatales se han implicado como nunca antes. La lógica parecía que aconsejaba la moderada participación de Rajoy y Sánchez en ella. Por una razón: PP y PSOE son partidos que tienen presencia y organización en todo el territorio del Estado, mientras que los partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, tienen unos líderes estatales conocidos pero sus partidos tienen escasa y muy reciente implantación en el territorio, con líderes desconocidos en casi en todos los territorios y afiliación de aluvión oportunista en muchos casos. Si la campaña se concibe como disputa entre líderes regionales y escasa presencia de Rajoy y Sánchez, parece obvio que la ventaja está en los partidos mayoritarios. Si lo que se escenifica, como está pasando, es la confrontación entre Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, como si, en vez de unas elecciones autonómicas y municipales, se tratara de unas generales, parece de sentido común que se potencia el resultado de Ciudadanos y Podemos. ¿Por qué entonces PP y PSOE han adoptado una estrategia favorecedora de quienes pretenden cambiar la lógica bipartidista?

Una posible explicación puede que recaiga en el precedente de las elecciones regionales y municipales de 2011, que supusieron el mayor poder territorial en poder del PP de toda su historia y un anticipo del resultado de las generales del 20N dotando al PP del mayor poder de toda su historia. Quizá lo que pretende Rajoy sea intentar anular el efecto que para la imagen de su partido pueda suponer la pérdida de ciudades emblemáticas como Madrid, Valencia, Zaragoza, Sevilla etc., y el paso a la condición de partido subalterno, casi testimonial, en ciudades como Barcelona, San Sebastián, y otras capitales de Cataluña y País Vasco. Pero la alternativa de gobierno que en 2011 era el PP, no parece que la encarnen Podemos y Ciudadanos. Según todas las encuestas PP y PSOE pueden conservar de forma conjunta en torno del 50% de los votos, pero, como en Andalucía, sólo obtendrán poder arruinando su tradicional práctica política. De ahí que Rajoy, sintiéndose en peligro, haya decidido no esperar a mejores señales de reactivación económica, algo insólito en él, y jugarse el todo por el todo, convirtiendo las elecciones del domingo en unas generales anticipadas. El liderazgo tanto de Sánchez como de Rajoy es tan débil que si están ausentes y sus partidos pierden mucho poder serán culpabilizados, depuestos y arrinconados.

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