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Llorenç Riera

Picaresca y fraude de los taxis piratas

La problemática de los taxis pirata no es nueva. Lleva lustros regenerándose sobre sus propios vicios y miserias, erosionando a los profesionales del ramo y manteniendo en vilo los peligros para el usuario. Sobre estos riesgos no se adivina demasiada conciencia o preocupación social. Si así fuera, el pasajero sería el primero en exigir al conductor el cumplimiento estricto de la legalidad. Nada de eso parece ocurrir porque, en vez de disminuir, los taxis sin licencia ni control están proliferando. Es una expresión más de las carencias, dificultades y errores de los que adolece el transporte público en este archipiélago saturado de coches particulares y turistas atados a las formas de movilidad que se les ha impuesto.

Las patronales del transporte calculan que en Balears llegan a operar del orden de 500 taxis piratas. De ellos, unos 200 pululan en los aledaños de Son Sant Joan a la búsqueda, preferentemente, de los viajeros procedentes de los vuelos de bajo coste. Pero la mayor concentración de taxis que no son tales se ha contabilizado en Eivissa con alrededor de 300 vehículos pirata. Las asociaciones de la Part Forana mallorquina entregaron el otro día al Govern un listado con 200 matriculas de coches que les hacen la competencia ilegal.

No todo está inventado en este mundo. La piratería del taxi es reciclable. Se regenera y actualiza a partir de su propia creatividad. Habrá que reconocerle tanta inventiva como irresponsabilidad y capacidad de fraude. Cuentan de ella historias dignas de ficción, pero que transitan a diario sobre las arterias de asfalto de las islas y se multiplican en verano. Se desvanece el bulo de que la competencia desleal del taxi lleva al volante a particulares en paro de larga duración apremiados por la necesidad de sustento. No, constituyen, mayoritariamente, estructuras bien organizadas. Las denuncias hablan de autocares de servicio discrecional que en realidad operan como grandes taxis porque no han tramitado la preceptiva contratación previa del servicio que realizan. También de organizaciones que usan internet y enlazan con el alquiler de apartamentos. Quizás la carrera más llamativa y escandalosa está en la de los transportistas de mercancías que, como complemento, ofrecen a llevar gratis a las personas propietarias de las maletas. En Eivissa se ha detectado incluso a todoterrenos con apariencia de vehículo militar ejerciendo de taxis. Ingenio hay. Fraude, más.

Se empezarán a aplicar medidas de choque con cierta urgencia. Una de ellas consiste en activar cámaras de vigilancia en Son Sant Joan para registrar y denunciar a quienes trabajan de taxistas fuera de regulación. Por otro lado, la federación balear de empresas de transporte tiene previsto contratar a detectives. La idea es que actúen a modo de cebo. Falsos clientes para falsos taxistas para así poder documentar la prueba de cargo válida para la denuncia formal. Dado que la picaresca del taxi se regenera, no queda más remedio que actualizar las formas de luchar contra ella.

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