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Mal de presidentes

Las dos últimas encuestas del CIS concluyen que España está moderadamente volcada hacia la izquierda. La estimación de voto que suman PP, UPyD y Ciudadanos es del 41,3%. Ubico a Ciudadanos en la derecha porque a pesar de ser un partido que aboga por la defensa del Estado del bienestar (socialdemocracia), plantea una serie de medidas económicas y de índole laboral que no concilian con un mayor intervencionismo estatal, más progresista. Por otra parte, de la encuesta del CIS de abril 2015, se desprende que PSOE, Podemos y IU suman un 45,6%. Por lo tanto la izquierda ganaría en el país por un 4,3%. O no, si resulta que existe más voto oculto del que se prevé en la cocina de las entrevistas, o más votante en el que cale el discurso del miedo.

En cualquier caso hoy en día es difícil ser de izquierdas de las de antes. Si se está en contra de que personas y empresas se enriquezcan a costa del presupuesto público, si no se está a favor de privilegios individuales, y si se gestiona lo público con los mismos ojos e interés con los que tratan los asuntos particulares, entonces, sí se es de izquierdas.

Ser progresista en España no es ser de izquierdas en los países escandinavos. Por ejemplo, en Noruega existe un Estado del bienestar fabuloso, si bien tienen unas normas de gestión presupuestaria de una rigidez y exigencia altísimas. No serían del agrado de nuestros políticos. Intervienen menos en la economía del país y tienen un mercado laboral abierto y poco reglado. Es una izquierda rica. El petróleo que encontraron en los 70 permite a sus cinco millones de ciudadanos un nivel de vida francamente bueno. Pero pagan muchos impuestos. Aquí contribuimos menos que los escandinavos y, consecuentemente, recibimos menos prestaciones sociales. Y será complicadísimo que las sigamos manteniendo porque la tendencia que se está consolidando apunta a la tesis del catedrático Niño Becerra, que augura un país menos poblado, con una tasa de paro elevada y una base social muy importante que malvivirá con sueldos mileuristas. Las pensiones se irán modulando a la chilena. Es decir, deberemos complementar a lo largo de nuestra vida laboral nuestra futura pensión pública con aportaciones a un fondo privado, si queremos tener una jubilación decente. Lo que no será posible para la franja poblacional que viva con bajos salarios, porque no tendrá capacidad de ahorro.

¿Y Balears? ¿Es de izquierdas? No. Sus ciudadanos son mayoritariamente conservadores, por lo que el voto PP tradicionalmente ha oscilado en un 40% de los votos válidos emitidos. Sólo cuando los gobiernos conservadores baleares pierden el norte y se desconectan de la población a la que gobiernan, por una u otra razón, (Matas 1999 y en 2003 y Bauzá 2015), pierden la mayoría absoluta. Los imprescindibles treinta diputados en el Parlament.

Esta legislatura ha sido especialmente convulsa y Bauzá se ha equivocado reiteradamente. Ha generado una respuesta social de repulsa a sus políticas, que podría paliar si manda a Rodríguez a su casa, donde tanta paz se lleve como descanso deje. Un escenario posible consiste (dos arriba dos abajo) en que PP se mueva en torno a los 24 escaños, Ciudadanos en seis y el Pi en los dos, mientras la izquierda, más fragmentada, oscilaría en PSOE (quince), Podemos (siete) y Més (cinco).

Bauzá tendría que aprender a gobernar en minoría con los apoyos programáticos de Ciudadanos, que no entraría en el govern para no estigmatizar un futuro de pactos en el gobierno nacional. Pero Balears sigue siendo de derechas en cualquier caso. Si el PP no obtiene votos para gobernar, no será porque sus votantes hayan optado por PSOE o Podemos, sino porque se abstendrían o votarán nulo. Porque están decepcionados y enfadados con la gestión del presidente más lejano de la ciudadanía que ha tenido Balears. La desconexión social ha sido enorme. Felipe González lo llamaba "el mal de los presidentes". Porque dejaban de percibir la realidad de su pueblo, desperezados en un microcosmos imaginario; rodeados de una serie de individuos miserables que les ocultaban o disfrazaban la realidad del día a día. La sensación de muchos votantes, conservadores y progresistas, es que Bauzá ha gobernado de espaldas a su pueblo. Mirándose el ombligo y con la vista puesta en Madrid, disfrutando de los placeres, del hedonismo, del narcisismo y del preciosismo decorativo. Irredento de sus pecados, victoriano y decadente. Como el bello Dorian Grey. Pero con gomina.

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