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Antonio Papell

Desplome andaluz

Las dificultades de Susana Díaz para conseguir los apoyos indirectos las abstenciones que le permitan gobernar eran previsibles en un contexto en que las fuerzas políticas tienen la mirada puesta en el cercano 24 de mayo y no quieren hipotecarse. Pero el problema se le ha complicado a la presidenta andaluza en funciones con el estallido del escándalo del caso Aznalcóllar, extraordinariamente comprometedor para la lideresa ya que la increíble adjudicación de la explotación de la célebre reserva minera célebre por los vertidos que estuvieron a punto de contaminar Doñana no es imputable a los antecesores sino totalmente atribuible al actual equipo, que hizo alarde de la reapertura de la mina en plena campaña electoral y que, de confirmarse la valoración que hace del proceso la jueza de instrucción número 3 de Sevilla en su auto de 7 de mayo, constituiría un colosal y sospechoso despropósito, que sugeriría la existencia de presuntos delitos de prevaricación, cohecho, tráfico de influencias y negociación ilegal, según reza la referida pieza judicial.

Aunque el asunto ha saltado a los tribunales a raíz de una denuncia de otro concursante que no fue agraciado con la adjudicación de la explotación, lo que obliga a tomar sus argumentos con cuidado, la lectura del auto produce franca alarma a cualquier mediano conocedor de los procedimientos públicos de contratación. Además, la reacción de Susana Díaz no se produjo al conocer el auto sino una semana después, cuando un medio de comunicación lo publicó. Todo ello inhabilita de momento la candidatura de Díaz ya que nadie querrá ser el instrumento de su entronización al menos hasta que se aclare el alcance del procedimiento judicial, que ha dado pie a nuevas investigaciones en marcha de la UDEF.

En definitiva, ya no puede descartarse en absoluto la celebración de unas nuevas elecciones, ya que estas revelaciones desactivan el victimismo que estaba utilizando Díaz para afear la nula colaboración de Podemos y Ciudadanos. Nadie criticará ahora a las fuerzas emergentes que no se suban a este sospechoso carro que parece compendiar la falta de escrúpulos de antaño en el manejo de recursos públicos. Y de cualquier modo, sea cual sea el desenlace de esta historia, las aspiraciones de Susana Díaz, que trascendían como es notorio el ámbito autonómico, se han visto frenadas por completo dado que todo indica que la presidenta andaluza no ha sido capaz de detener las corruptelas que parecían caracterizar el proceder de la Junta en el pasado. El viejo amiguismo sobre el que ha pivotado la gran malversación que hoy se depura en varios procesos resurge potente en la primera realización de envergadura del nuevo equipo.

En Ferraz, Pedro Sánchez y su entorno estarán experimentando una sensación ambigua: por una parte, no es para ellos plato de gusto ver cómo se agrieta el feudo andaluz, que era el último y más valioso reducto del partido. Por otra parte, es cada vez más claro que Sánchez no tendrá rivales en las primarias de julio para designar al candidato a la presidencia del Gobierno. En cualquier caso, lo que el PSOE debería aprender de esta nueva débacle es que Andalucía requiere hoy una respuesta imaginativa e innovadora que ponga fin a la postración que dura treinta y cinco años y sugiera caminos de futuro que acaben con el clientelismo y con la economía subsidiada, y que potencien el desarrollo regional mediante nuevas, más inteligentes y más audaces iniciativas.

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