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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Prostitutas para políticos

La primera lista de políticos mallorquines con derecho al disfrute gratuito de prostitutas de la Playa de Palma se solapa con la legendaria expedición del Rasputín. En ambos casos, pagan los contribuyentes. La sublime coincidencia demuestra de una parte que el partido único respeta la tradición del burdel, como dependencia oficial anexa al ayuntamiento o al Parlament. De hecho, las participantes en las orgías políticas superan en solvencia profesional a la mayoría de asesores que contratan nuestros gobernantes. Por otra parte (siempre he querido escribir en porotrapartés, el idioma de los periodistas cobardes), basta con encargar la gestión penal del escándalo al fiscal que archivó el caso de corrupción del prostíbulo moscovita. Y quedar a la espera de que los mismos munícipes, diputados y asesores encuentren otro lugar discreto donde templar su libido insaciable. Sobre nuestras espaldas, literalmente.

El Rasputín se data en 2004. Nunca hubiera imaginado la perseverancia del partido único, que una década más tarde se solaza en idénticos comportamientos con un vigor sexual encomiable y acentuado quizás por la gratuidad del acto. A diez días de unas elecciones, la prostitución vuelve a centrar el debate, gracias a gobernantes que igualan su función a una bacanal continua. Pobre de quien tenga que limpiar los restos de la orgía.

Mi estupefacción ante el Rasputín II, o III porque ya no llevo la cuenta, me permite entender el desquiciamiento de los penalistas mejor pagados de Mallorca, obligados a defender lo inexcusable aunque sea a buen precio. Sosieguen los ánimos, señores letrados. En vez de intimidar a periodistas, reserven los modales de table dance para su ejercicio profesional, donde el estilo de matasietes les otorga excelentes réditos. La primera regla del Derecho Penal consiste en no amenazar a quien no tiene nada que perder. Por otra parte (lo hice de nuevo), cuando un mamífero es feo, suele salir feo en las fotos, vean mi triste experiencia en la imagen de aquí arriba. Ni rastro de mi laudable parecido con Brad Pitt.

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