Diario de Mallorca

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Se acerca el invierno. Las elecciones municipales y autonómicas de la primavera pueden dar paso, si los sondeos no yerran que suelen hacerlo, a las primeras nieves del Estado de derecho en el reino. La fragmentación del voto unida a un reglamento electoral que favorece las mayorías pero no les da el espaldarazo definitivo apunta a una italianización del parlamentarismo español, figura que se traduce por el logro casi imposible de gobiernos eficaces. Lo que está sucediendo en Andalucía no es sino el primer síntoma de la que se avecina una vez que el régimen de la transición puede darse por liquidado, el sistema del bipartidismo languidece y las fuerzas emergentes sólo dicen, por ahora, que no es eso sin aclararnos cuál sería la alternativa mejor. Añádase la indignación más que justificada ante una lista cada vez más larga de corruptos y se tiene ya el invierno político del que sólo saldremos cuando se entienda que la Constitución debe ser reformada ya.

Pero no caigamos en la misma trampa. Como es natural, el procedimiento de cambio constitucional, con ser importante, resulta lo de menos. Lo crucial consiste en alcanzar un modelo del Estado que resulte a la vez eficaz y aceptable por todos los que se integran en él que, salvo debacle histórica, son las llamadas comunidades autónomas actuales. En busca de un mirlo blanco así se apuntó la fórmula del federalismo pero, una vez más, a título de mantra cuyo contenido no termina de aclararse. Ni lo hará mientras no aparezca un grupo lo bastante representativo de partidos políticos incluyendo a los nacionalistas que coincida en un mismo o semejante planteamiento federal.

Abundan los análisis que comparten el diagnóstico ha llegado el fin de la España de la transición y exigen un mismo remedio el cambio constitucional pero con fórmulas diversas en detalle. Uno de esos ensayos que son hoy imprescindibles para que nos aclaremos se presenta mañana en Palma con Xavier Cassanyes como autor: La España que sí puede ser. Cassanyes pertenece a la generación que vivió la época del final de la dictadura franquista pero era demasiado joven como para tener un peso político crucial en ella. Quienes comparten esas circunstancias cuentan con la mejor perspectiva para entender que las soluciones concretas existen Cassanyes ofrece y discute un buen puñado de ellas y son eficaces siempre que se tomen en serio. No tiene sentido descalificar a los protagonistas de la transición democrática sin entender que, puestos a dar el imprescindible volantazo, tenemos ser capaces de alcanzar al menos los logros de entonces. Que se resumen en el cambio de marco constitucional necesario para incluir en él un nuevo modelo de Estado con sus límites definitivos de autogobierno, con las fórmulas indiscutibles de equilibrio territorial y económico, con el reconocimiento generalizado de la diversidad de maneras de ser lengua incluida y, en suma, con los trazos compartidos del Estado que somos capaces de darnos.

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