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Dimisiones

Los líderes de los tres grandes partidos derrotados en las elecciones británicas de la pasada semana presentaron con modélica rapidez su dimisión del cargo. El laborista Ed Milliband, que había logrado el 30,4% de los votos y 232 escaños (el 10% menos que hace cinco años), el liberaldemócrata Nick Clegg, que sufrió el mayor descalabro, y hasta el primer dirigente de UKIP, Nigel Farage, que obtuvo un ambiguo resultado „el 12,6% de los sufragios, más de 3,8 millones de votos, pero un solo diputado„ ya no están al frente de sus organizaciones. Tales comportamientos resultan aquí sorprendentes, si se piensa que, por ejemplo, Mariano Rajoy, líder del Partido Popular, derrotado contra pronóstico en 2004, no sólo siguió siendo presidente de su formación tras aquella derrota son que volvió a perder en 2008 y sólo en 2011, cuando el PSOE había caído en picado, consiguió imponerse. La renuncia de los líderes británicos, cargada de sentido democrático y de sentido común, constituye un gesto de respeto hacia su propio partido, que tiene así oportunidad de renovarse con la mayor libertad, y hacia sus electores, que han visto cómo la confianza depositada ha sido inútil, por lo que tienen derecho a esperar mayor eficacia de un nuevo candidato en el futuro.

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