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Antonio Papell

El soberanismo en declive

Las encuestas preelectorales publicadas en Cataluña, y en concreto la de Feedback aparecida este fin de semana en 'La Vanguardia', arrojan luz sobre el estado de la cuestión soberanista, que pivota sobre cuatro grandes elementos: en primer lugar, a medida que avanza la legislatura, se agranda la ventaja del 'no' a la independencia en relación al 'sí'. En segundo lugar, CiU continúa perdiendo escaños, -unos 15- con relación a las pasadas elecciones de 2012, que se añaden a las 12 perdidos por Mas en aquella ocasión con respecto a las elecciones de 2010 y que serían ganados por ERC y la CUP, lo que constata el mal negocio que ha hecho Artur Mas con el 'proceso'; de cualquier modo, CiU más ERC no conseguirían la mayoría absoluta del parlamento. En tercer lugar, una gran mayoría de catalanes, el 79,1% (inferior al 83,9% de diciembre de 2014) considera deseable la celebración de un referéndum para decidir sobre la independencia. Y en cuarto lugar, los catalanes mantienen la exigencia de una mayoría muy reforzada para empezar a negociar un proceso independentista: un 24,4% de los electores cree que sería suficiente que las fuerzas soberanistas consiguieran 68 escaños en las elecciones plebiscitarias, pero el 43,0% cree que para ello sería necesaria una mayoría reforzada de dos tercios, la misma que se requiere para reformar el Estatuto de autonomía.

La insatisfacción de Cataluña con el vigente sistema de financiación autonómica es un hecho objetivo que, además de responder a una convicción ideológica, hay que atribuir a una serie de concausas: a los propios defectos estructurales del modelo, que no trata adecuadamente los flujos de compensación interterritorial (utilizados para subsidiar a las regiones menos afortunadas en vez de para promover su desarrollo integral); a un déficit fiscal que probablemente sea excesivo, y al agravio comparativo que suscitan los modelos forales vasco y navarro.

Esta desazón se ha visto agravada por la mayoría absoluta del PP, que se ha caracterizado por la inflexibilidad del poder central con respecto a los entes descentralizados. Y todo ello ha dado lugar a una exacerbación soberanista, que no era genuina: en Cataluña, gran parte de la indignación que se ha generado en el país a lo largo de la legislatura, se ha canalizado hacia el soberanismo, cuyo respaldo expresaba una protesta frente a un sistema ineficaz y corrupto. En concreto, ERC, una formación en buena medida antisistema, ha recogido muchos apoyos rupturistas pero no necesariamente independentistas.

Frente a esta eclosión, el PSC y el PPC han fracasado estrepitosamente. El primero, por la impregnación nacionalista sembrada por Maragall y sus seguidores. Y el PPC, porque ha sido incapaz de desmarcarse del PP estatal, que era a los ojos de muchos catalanes el causante de la desazón. De ahí que ambas formaciones estén hoy bajo mínimos (el PSC cae de 20 escaños en el 2012 a 12-13 y el PP, de 19 a 9), y que por el contrario hayan crecido otras terceras vías, sobre todo Ciudadanos, que en la mencionada encuesta empata con ERC en la segunda plaza del ranking, y Podemos que, aun con tendencia a la baja como en todo el Estado, consigue entre 6 y 8 escaños.

Así las cosas, el proyecto de 'elecciones plebiscitarias' que mantiene Artur Mas se convierte en un irracional disparate que consolidará el declive del nacionalismo moderado, dará alas al radical y no avanzará ni un milímetro en la causa del soberanismo. Claro que hay carreras desenfrenadas que no admiten otra rectificación que lanzarse al abismo. Es lo que algún analista catalán ha comparado apropiadamente con "quemar las naves".

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