La vida es una feria. En función de la morriña, cuando cae la luz del día y centellean lentamente las luces de la ciudad, me embargan recuerdos de mi adolescencia. Gloriosos 1977 y siguientes que no volverán. Se añoran como la noche al día. Los vaqueros que se aguantaban de pie, la camisa arremangada, los zapatos llenos de polvo, los peligrosos a los que había que evitar, los grupitos de niñas tontas, y por encima de todos ellos, el látigo, las manzanas caramelizadas y el gitano de la tómbola que hacía unos discursos de ministro. Se metía en su papel y argumentaba las infinitas bondades de comprarle la papeleta. Embelesaba. Un Demóstenes de feria. De haber nacido cuarenta años después habría sido presidente de Sa Nostra o candidato al 24 de mayo. Sólo que tenía mucha gracia y sudaba la camiseta. El papel lo exigía. Había que ganarse el jornal y pagar los gastos de la prole. En Palma y en la siguiente ciudad salía a triunfar, a volver a empezar. A tirar de recursos. A embaucar a su público. Hasta quedar afónico.

Ahora la carrocería no está para los giros y movimientos circulares; las fuerzas centrífugas y centrípetas me harían un ocho. Pero sin embargo, otras cosas no han cambiado: la venta de ilusiones al por mayor en época de recogida; los que cada cuatro años votan a piñón fijo, los que deciden a última hora, los que pasan y los que dudan. Ahora, además, los que depositan sus ilusiones en los partidos emergentes sanadores de los males endémicos del país. De un país cabreado que cuando deje de estarlo los irá olvidando progresivamente.

El discurso. Uf. Cuando escuchas a la mayoría de candidatos locales y reflexionas sobre su producto te percatas de la ausencia de proyecto político en general, y de ideología en particular. Carecen de un discurso articulado. Como Julio Anguita, por ejemplo.

Sabemos que el PP local sólo puede hablar de que el turismo va como un tiro, de lo cual no tiene mérito. Es consecuencia de las fallidas primaveras árabes, del yihadismo, de la devaluación del euro y la mano de obra interna, de la fuerte economía inglesa y del incipiente pero lento despegue de la economía europea (los ingleses sólo se consideran ingleses). Entre los militantes populares hay ganas de renovarse en muchos sentidos, pero ahora gobiernan los que apuestan por Bauzá. Los socialdemócratas baleares se han quedado sin discurso. Se definen por exclusión: no son de Podemos ni de Ciudadanos y están en contra del PP. Hablan de pactos con Podemos un mes antes de las elecciones. Por lo que asumen una coalición de perdedores en terminología del politólogo Robert Axelrod. Sólo Més mantiene su coherencia, a pesar de la importante pérdida de un puntal como Fina Santiago.

Ciudadanos se ha tenido que diseñar en muy poco tiempo, lo que implica la intrusión de oportunistas y la dificultad añadida de elaborar un discurso local que se diferencie del PP, en boca de personas con ideología del PP, que figuran en sus candidaturas. En clave balear su reseña no debe ser cómo abordar la prostitución. Su caballo de batalla debe ser la lengua si quieren tener una referencia ideológica. El vértice de un proyecto que fagocite al resto de variables. Por lo que deben resolver cómo diseñar un proyecto educativo de trilingüismo aceptado por una amplia mayoría social.

Podemos se desinfla porque sus líderes nacionales se abrasan o se retiran. En clave local deberían definirse sobre si la renta mínima de inserción de 426 euros mensuales les parece suficiente; sobre si la tarjeta básica de 175 euros actuales no es escasa; sobre su proyecto de recursos sociales municipales, o saber si consideran sumar los del IMAS a los de la conselleria de servicios sociales. Y lo que me parece fundamental: si apuestan fuerte, no sólo en los pasquines, por la asistencia domiciliaria de personas dependientes, en sus diferentes modalidades. No basta con subir la nómina social de este colectivo. Hay que llevarles la ayuda a casa, porque, además, economiza recursos públicos y privados.

Y por último está el Pí. Que puede tener la llave de Balears. Una UM sin delincuentes. Un proyecto de aquí, con gente de aquí. Se habla poco de ellos y ellos hablan poco de sí mismos. Van fent. Sin ruido ni astracanadas. Pero, ¡ale hop!, como Més, tienen un discurso propio. Sin caloret faller.