Diario de Mallorca

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Este diario ha publicado hace un par de días un reportaje acerca de las preguntas raras que hacen las multinacionales de mucha altura, como Google, Apple o Facebook, a los aspirantes a trabajar en ellas. Las entrevistas de trabajo son por naturaleza el medio ideal para poder saber cómo es, qué piensa, qué capacidades muestra y que iniciativa sería capaz de alcanzar quien aspira al empleo. Así que hacer preguntas comunes sirve de poco porque muy torpe será el candidato que no se haya preparado respuestas acerca de qué le gusta, dónde hizo sus estudios, de que empleos ha disfrutado y qué le pide a la vida.

A la hora de buscar alternativas sorprendentes cabe imaginar que empresas como las citadas, a la cabeza en el mundo globalizado, darán con cuestiones de lo más extrañas. La lista que ofrecía el reportaje preparado por la redacción del Diario de Mallorca incluye algunas en verdad interesantes para saber cómo se maneja el entrevistado en asuntos en verdad complejos. Por ejemplo, el preguntarle cómo le explicaría a un ciego lo que es el color amarillo no es una rareza sino una cuestión excelente para poder averiguar lo que quien quizá se incorpore a la nómina entiende acerca de las posibilidades de explicar algo. Repuestas al estilo de "es el color de los autobuses escolares" ponen de manifiesto que el candidato no se entera porque a los ciegos esa referencia no les dice nada. En cambio la solución de poner la cara del ciego hacia el sol, para que note el calor, resulta de lo más interesante.

Si a mí me hiciesen responder a la duda acerca de quién ganaría una pelea entre Supermán y Batman sólo se me ocurriría contestar a la gallega, con otra pregunta como la de "¿hay kryptonita a mano?". Entre otras cosas porque me parece una gilipollez; lo contrario que tener que dar una respuesta inmediata a lo que pienso cuando estoy solo en el coche o lo que costaría limpiar todas las ventanas de Seattle, que pueden poner muy bien de manifiesto en qué medida el aspirante al empleo es un misógino o un analfabeto numérico. Pero entre todas las preguntas que recoge el reportaje del diario me quedo de lejos con la que obliga a contestar acerca de qué diría y por qué está ahí un pingüino que entra con sombrero en la habitación de la entrevista. Un anglosajón tirando a estoico supongo que pondría en boca del pingüino otra pregunta, "¿dónde puedo dejar el sombrero?". Atribuir motivos a esas aves que no vuelan para presentarse con la etiqueta equivocada salvo que el sombrero sea de copa en la entrevista es a mi entender un medio excelente para poder incorporar a alguien a la nómina de las multinacionales de la comunicación digital. Mi padre, en su casa de la calle madrileña de Ríos Rosas, había puesto en el recibidor, junto a una cerámica de un animal así, destocado, un letrero que decía "observe el visitante el malévolo pingüino". Alguien terminó por llevarse la figura. Yo, de ser directivo de Google, le contrataría de inmediato.

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