Cuando me paro ante el penúltimo semáforo, tengo como siempre delante un alto edificio pintado en tono celeste, y la línea del paramento que separa las terrazas de los pisos se prolonga exactamente en la antena de la tv colectiva, de la que sale en ángulo recto un brazo. Hasta ahí normal, pero encima de esa línea, prolongándola, hay en el cielo de la mañana el trazo blanco, recto y grueso de la estela de un avión, con la que algo más arriba se cruza en ángulo recto otra estela, paralela al brazo de la antena. Bien, cuando dos minutos después me paro ante el último semáforo veo que un joven resuelto, vestido con estilo deportivo, se para en una esquina, saca una bolsita y vierte un pequeño montón color trigo, al que de inmediato se acerca una paloma, sin que el joven se vuelva a mirar. Trato de establecer la relación entre los dos signos, que algo me dice que se oponen pero se complementan.
