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Cortesía

Siempre es una inyección de moral volver a visitar a esos periodistas, muchos de ellos corresponsales en distintos países y desde los cuales han ido enviando puntualmente sus crónicas y análisis. Ahí están Pla, Camba, Gaziel, Chaves Nogales, Xammar o Corpus Barga. Todos ellos, además, con una prosa excelente. A estos periodistas hay que añadir, sin lugar a dudas, al periodista gallego Augusto Assía, seudónimo de Felipe Fernández Armesto, que murió casi centenario a principios del siglo XXI. Destacan sus crónicas desde Londres bajo el intenso y devastador bombardeo alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Assía se revela, en esos textos, como un exhaustivo y profundo conocedor de la sociedad y carácter ingleses, un observador muy agudo de los entresijos de un pueblo bastante complejo y que, a pesar del castigo al que fue sometido, nunca dejó de renunciar a sus hábitos y costumbres. Es sabido que el inglés es un tipo duro y luchador y que, para él, una retirada a tiempo no es signo de cobardía, sino de prudencia y, por tanto, de inteligencia. El inglés puede perder varias batallas, pero nunca la batalla final, es decir, la guerra. Su resistencia es legendaria. No dejará de tomarse su whisky, mientras hojea el Times.

Esta imagen puede parecer algo tópica, aunque revela la actitud del inglés ante las adversidades. Cuando toca sufrir, se sufre, pero ello no implica la suspensión de los placeres cotidianos. Ignacio Peyró en su prólogo al libro de Assía, Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo, destaca una frase que el propio Assía leyó en un cartel oficial, de esos que el gobierno colocaba a la vista del ciudadano para que éste no perdiese la moral: "Con tu coraje, con tu decisión, con tu cortesía, ganaremos la guerra." Assía reflexiona sobre la frase en cuestión, que es casi un llamamiento. En efecto, cualquier país metido en guerra hubiese subrayado la importancia de la determinación y el coraje, pero solamente Inglaterra es capaz de añadir la cláusula de la cortesía, es decir, la importancia de mantener las formas aun cuando las formas hayan saltado por los aires para el resto del mundo debido a la conflagración. Detalles como éstos son los que el periodista español destaca en su periodo británico. La cortesía como finura y como victoria moral sobre la potencia de lo burdo.

Un ciudadano cortés puede perder una batalla contra la zafiedad brutal del contrincante, pero al final acabará saliendo vencedor al no haber cedido a la grosería, por muy superior que sea militarmente el grosero en cuestión. Este llamamiento al ciudadano inglés causa una cierta gracia, nos dibuja una leve sonrisa de admiración. Puede ser usted un tipo valiente y determinado, pero sin cortesía usted no es más que un bruto. Toda una lección que habría que conservar en nuestra memoria. El título del libro lo dice todo. Cuando toca aguantar el tipo, se aguanta el tipo sin ningún asomo de rendición o desidia. Y cuando toca golpear al rival, hay que ser más perseverante que el enemigo hasta agotarlo y, al final, vencerlo. Otra lección inglesa. El libro de Assía está repleto de observaciones agudas y de análisis certeros sobre el carácter inglés. Escribir bajo la Blitz, los bombardeos nazis, no afecta a la prosa del periodista. Como un inglés más, Assía no pierde la compostura. En el libro no hay gritones signos de exclamación ni exabruptos. La prosa fluye con la parsimonia de un lord o del Támesis, ni tan siquiera molesto por los temblores, sirenas e incomodidades propias de un ataque aéreo.

Churchill, el hombre del puro y del whisky, nos regala observaciones arquitectónicas sobre la diferencia que existe entre el escenario de la Cámara de los Comunes, cuadrangular y de menores dimensiones, y los espacios de otros parlamentos europeos, en general de forma circular y de mayor tamaño. Éstos últimos, más grandilocuentes, apelan a la emotividad de las masas, mientras que la cercanía de la que disfrutan los parlamentarios ingleses en la Cámara de los Comunes apela, según el propio premier, a la reflexión, a la razón sosegada. El trato es más directo y familiar y, curiosamente, mucho más respetuoso para con el rival de turno. En definitiva, más cortés. Porque la dureza del discurso no tiene por qué negar la cortesía y el mantenimiento de los códigos y las formas. Al latino, le parecerá hipocresía inglesa, disfrazada tras la máscara de la flema. Sin embargo, no hay que olvidar que los ingleses, en este aspecto, nos llevan muchos años de entreno. Y siempre es mejor una crítica demoledora desde la sorna, que sacar todo el arsenal de improperios y ataques ad hominem al que tan aficionados somos por estos dominios ibéricos.

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