Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los presos políticos de Maduro

El presidente de venezuela celebra el primer año de presidio del diputado Leopoldo López poniendo entre rejas a Antonio Ledezma, alcalde de Caracas. La próxima en recibir la visita de la gestapo chavista puede ser María Corina Machado, que ya se esconde, mientras que el principal opositor, Capriles, tendrá que hacerlo si quiere eludir esta escalada alucinante. Todos ellos han sido democráticamente elegidos y ejercen sus derechos de crítica y oposición en el marco de una república nominalmente parlamentaria, cuyo presidente se reserva el arbitrio de perseguirlos como golpistas y enemigos de la patria. El libertador Bolívar volvería a la tumba si pudiera ver el uso que hacen de su nombre, y hasta el mismo Hugo Chaves condenaría la deriva totalitaria del "chavismo".

El país se ahoga en la bancarrota y la carencia de recursos esenciales. Todo está incalculablemente peor que en el advenimiento de Nicolás Maduro, y la caída de precios del petróleo no es más que un factor coadyuvante de la crisis provocada por su incompetencia. Las cárceles políticas llegan irónicamente tarde a la comparación con las cubanas, que empiezan a vaciarse por negociación progresiva con Estados Unidos. El enemigo exterior es ahora España, junto a Colombia y Miami: el eje del mal de un relato pueril que pretende legitimar el aplastamiento del pluralismo y el pisoteo de los derechos humanos. El régimen mal llamado bolivariano se prostituye a pasos de gigante, excluyéndose del mundo de las libertades y repitiendo comportamientos de tiranía tercermundista.

Resabios inaceptables como el del seguro asesinato del fiscal argentino Nisman ejemplifican otra forma de depravación de los populismos gobernantes, no todos iguales por mucho que se intente meter en el mismo saco a Bolivia y Ecuador. España recibe constantemente a venezolanos que huyen tanto de la miseria como del miedo. Aunque no se diga, son en buena medida refugiados políticos que creyeron algún día en la viabilidad democrática de su país. Esta silenciosa diáspora delata la realidad de un régimen que ha declarado la guerra a los hombres libres. Respeto, apoyo y brazos abiertos a los ciudadanos, sí, sin la menor vacilación; y tolerancia cero a la satrapía que los oprime y acabará contaminando cualquier relación, ideológica o lucrativa. Corresponde a los populistas demostrar con una condena explícita que no todos son iguales.

Compartir el artículo

stats