La edición de este año de la Feria Internacional de Turismo de Madrid (Fitur) ha transcurrido dentro de la tónica de optimismo creciente que ha caracterizado la gestión y los movimientos turísticos de los últimos años. Las cadenas hoteleras mallorquinas han dejado patente su apuesta por la renovación y la expansión. La reapertura de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos ha incentivado, todavía más, la inversión en el enclave caribeño, donde las empresas de aquí han sido pioneras y mantienen intereses potentes.

Fitur 2015 ha confirmado la tendencia al alza de las reservas para el próximo año, quizás con la única excepción del todavía emergente mercado ruso, afectado ahora por la devaluación del rublo. Las tarifas para este año se han incrementado pero, aun así, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y los países nórdicos enviarán más visitantes que nunca hacia Mallorca. Sólo un ejemplo: Soltur habla de un aumento de reservas del 20% para Balears.

Pero Fitur es, básicamente, una feria nacional y la clientela española su principal campo de acción. Es un terreno que necesita especial esmero por parte de la oferta insular porque, en los últimos tiempos se ha mostrado todavía retraída por el efecto evidente de la crisis económica y, más en concreto, la precariedad laboral y la consecuente apatía del consumo. Ahora se nota un cierto alivio en este sentido. El PIB acelera un tanto su ritmo de crecimiento. El viernes se confirmaba que la economía española ha cerrado 2014 con un 1,4% positivo y que en enero de este año los precios han bajado en la misma proporción.

Al ritmo de esta tónica, el objetivo claro es la recuperación del turismo nacional. Dentro de este apartado se trabaja con la previsión de incorporar medio millón de visitantes más a lo largo de la temporada que se avecina, incentivados por la recuperación del consumo.

El turismo nacional es una de las descuidadas asignaturas pendientes de la oferta turística mallorquina que, por su propia naturaleza, se mueve dentro de unos cánones específicos que hay que saber tratar y cuidar. No puede limitarse al consabido sol y playa. La proximidad y el conocimiento que puedan tener de Balears los visitantes españoles les convierten en clientes potenciales para un turismo de fin de semana que necesita reforzarse para, entre otras cosas, paliar la estacionalidad. Los campos de la cultura, la gastronomía, los eventos y la práctica deportiva también son terrenos a explotar en este sentido. Con un Palacio de Congresos que, al fin, se aproxima a su recta final y por el que ahora parecen interesarse distintas cadenas hoteleras, el turismo de congresos se ha vuelto actividad imprescindible que a su vez sirve de oferta útil para una clientela española que, por cierto, todavía incrementaría más su preferencia por Mallorca si la oferta complementaria estuviera suficientemente promocionada y los alquileres turísticos regulados en su plenitud. De no haber una rápida reacción en este sentido, se producirá un efecto llamada hacia otros mercados competidores.

Hay que puntualizar todavía que con la actual panorama turístico ocurre lo mismo que con la economía en general. Su mejora se certifica en las alturas pero no se palpa a pie de calle. Tras tres buenas temporadas, hace falta que la sociedad se beneficie de los avances obtenidos y que lo haga preferentemente en forma de incremento y estabilidad laboral. Una sociedad normalizada en este sentido también constituye un refuerzo para los atractivos turísticos estables.