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La moda de las revistas de moda

Hay otros mundos, están en este y se llaman revistas de moda. Ojeo y hojeo algunas que regalan con los periódicos y no salgo de mi asombro ante tanta palabra nueva, ante tantos prodigiosos términos recién inventados, ante tantas construcciones sintácticas endemoniadas que crean los profesionales del ramo para definir lo guapísimos que vamos a quedar si seguimos sus sabios consejos. Se ha vuelto una antigualla obsoleta Manolo Escobar cuando cantaba aquello de "Con la cara lavada y recién peiná, niña de mis amores, qué guapa estás (...). No te pintes en la cara colores artificiales, que los tuyos son bonitos y, además, son naturales". Ahora, si dicen verdad ciertas revistas mega y post modernas (o como lo escriba la RAE), para estar a la última del simulacro y el artificio estéticos, se precisa una cuenta bancaria del copón y un conocimiento lingüístico que ni un académico de la lengua, oiga usted.

¿A que usted creía que bastaba con acudir a un o una esteticista para que le pusiesen muy mono el careto? Error. Ahora, hay que acudir al "facialista", una subespecialidad, un hipónimo de la belleza de tez. ¿A que usted creía que se llamaban tratamientos de estética a los tratamientos de estética? Error. Ahora, se llaman "protocolos faciales". Es más, leo en una revista muy papel cuché y tal y cual, que "los protocolos en cabina saben a poco", por lo que se aconseja algo más específico: "un ritual", como si fuera un no sé qué religioso, eclesiástico, sagrado, que a lo mejor hasta lo es. En ese "ritual" las facilialistas expertas desarrollan "terapias" y me he enterado de que prolongan su "sabiduría" (como lo leí lo cuento) a su descendencia. Socavones, minas de ignorancia tenía yo. Por ejemplo, respecto de las cejas. ¿A que usted creía que la forma de la cara se llamaba forma de la cara? Error. Se llama: "arquitectura facial" y bien me creerá si le digo que solo después de la adolescencia podemos optar por unas cejas naturales o "dramáticas". Yo quiero para mí unas cejas lo más dramáticas posibles, unas cejas capaces de interesar y conmover vivamente al prójimo, que eso significa "dramático". Y ni piense en preguntar si se puede volver atrás en caso de que el "ritual" haya salido chungo: pregunte si se puede "revertir un diseño extremo", no me sea antiguo. Me caí de la silla al enterarme de que "la frente es un espejo de la vejiga y el aparato digestivo" y vivo, desde entonces, en continua desazón, pues ya no veo frentes en los demás, veo estómagos y, Dios me ampare, vejigas.

Vayamos a lo clásico, al antes llamado "masaje". Ahora se le dice "programa de electroestimulación" y te solmenan "radiofrecuencia con infiltración de hilos de polidioxanoma". ¡Cuánto se gasta a lo tonto la policía en aparatos para medir la alcoholemia! Que le hagan a un ciudadano leer en voz alta todo eso y todo seguido y ya se sabrá si va puesto hasta la aqrquitectura facial o no. Si hay dudas aún, oblíguese al sospechoso a leer esta otra perla del "protocolo antiaging": "Refuerza la telomerasa y evita el acortamiento de los telómeros". Yo soy muy partidario de que me refuercen la telomerasa, sea lo que sea, y no dejaré que ni el lucero del alba me acorte los telómeros, sean lo que sean. Sabiendo, además, que las ojeras no se quitan o disimulan sino que se "desactivan", ya puede uno decirle al ser querido: "Tu ausencia, amor, me activa las ojeras. Ven y desactívamelas".

Que cada cual se gane el sueldo honradamente me parece de perlas. Y si un cursi redomado prefiere que la tarjetita del esteticista rece "Facialista experto en Microdermoabrasión de Telomerasa y acortamiento de los Telómeros" pues hace muy requetebién en ponérselo. Pero qué desperdicio de idioma, cómo se me ha quedado mi arquitectura facial al leerlo. Hasta se me activaron las ojeras.

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