El Congreso ovacionó ayer enardecido a Ana Mato, enfangada a buen precio en Gürtel. El portavoz popular Alfonso Alonso exculpaba a la "beneficiaria" de una trama mafiosa, mientras dos centenares de diputados del PP jaleaban la corrupción de su partido con aplausos exaltados.

La escena histórica reafirmaba, por encima de cualquier discurso, el compromiso del Gobierno con el mantenimiento del imperio de los corruptos. Si legislan los presuntos delincuentes, cuesta creer que vayan a proteger a las víctimas del delito. Sobresueldos Rajoy ni se dignó mencionar a una ministra a la que no supera en el escalafón ético, según atestiguan los papeles de Bárcenas. En todo caso, el presidente del Gobierno puede alegar que se desembarazó de la titular de Sanidad al constatar que superó en ingresos en B al líder del PP, siempre según los tesoreros del partido.

El sucesor de Garzón en el juzgado número cinco de la Audiencia Nacional liquidó a Mato por lucro cesante. Conviene repetirlo, dado que el PP insiste en proponerla como el modelo a seguir por sus altos cargos. Un Jaguar para cada diputado. No se la llevó el virus del ébola sino el VCH o Virus de la Corrupción Humana, que los populares corrigen en Condición Humana para asegurarse de que todos los ciudadanos robarían si fueran dirigentes políticos. El sector sanitario considerará que la notoria incapacidad de la ministra convierte en obsequios injustificados hasta los salarios que percibió.

Rajoy se olvida de Mato, porque solo le preocupa el miembro más hiperactivo de su Gobierno, un tal Nicolás. En la realidad paralela catalana, Mas es el hámster que gira incansable en su rueda, para no moverse del sitio a gran velocidad. El Parlamento festeja en Madrid a la ministra de Gürtel, para reivindicar la edad dorada en que la corrupción pagaba y no se pagaba. Conviene dosificar la información a un país que todavía no ha asimilado que el Rey, Botín y Pujol almacenaban fortunas en paraísos fiscales que se habían olvidado de declarar por las exigencias de agenda.