Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

La renovación del pacto constitucional

César Molinas ha dado en el clavo cuando ha escrito este domingo que "Podemos no es una enfermedad: es un síntoma. El régimen del 78, que tan eficaz fue para consolidar la democracia y para acceder a Europa, ha llegado a una situación de esclerosis en la que es incapaz de dar respuesta a los principales problemas actuales de la sociedad española". La crisis económica, que nos ha apeado del espejismo, ha servido al menos para que nos percatáramos de que el portento de la Transición, del que no tendría sentido abjurar, se nos ha quedado viejo, y este país en decadencia necesita una completa revisión de sus fundamentos para recuperar su vitalidad pletórica y adaptarse al paso de las nuevas generaciones. La sensación que hoy nos invade -lo subraya también Molinas- no es muy distinta de la que se tenía en la etapa del franquismo tardío, cuando se hacía patente que el sistema se tambaleaba y se venía abajo

Lo cierto es que, con la conmoción producida por los efectos de la doble recesión, nos hemos percatado de que el oasis que nos hizo creer que habíamos llegado a un definitivo estadio de bienestar y complacencia con el statu quo ha desaparecido y que hemos de afrontar graves problemas estructurales. En primer lugar, hemos de aceptar la evidencia de que el sistema económico presenta unos vicios congénitos que hemos de reparar porque no podemos vivir largos períodos de tiempo con tasas de desempleo de más del 20% de la población activa.

En segundo lugar, tenemos que digerir el hecho de que el régimen, basado en un sistema de partidos anacrónico y con graves síntomas de decrepitud, nos ha sumido en un magma maloliente de corrupción sin tasa, lo que hace necesario un rediseño profundo del modelo. Y, finamente, debemos afrontar que la comunidad autónoma más dinámica, después de un largo período de desencuentros, manifiesta grave desazón por lo que a su entender es una desviación esencial del espíritu fundacional del estado de las autonomías, por lo que plantea abiertamente la secesión.

Ante este panorama sombrío, ha ido tomando cuerpo la evidencia de que ha llegado la hora de renovar el pacto constitucional, aprovechando lo que de funcional y asentado tiene la Carta Magna de 1978 y renovando lo que haya quedado anacrónico y caduco. Se trata, en fin, de establecer un nuevo consenso fundacional que resuelva los tres grandes conflictos mencionados y colme las apetencias de las nuevas generaciones.

Ningún país maduro haría algo semejante sin poderosas cautelas que aseguren que no habrá salto en el vacío ni se desdeñarán algunas cuadernas maestras de la convivencia que se mantienen saludables y jóvenes como el primer día. No se trata, en fin, de improvisarlo todo sino, a la luz de la experiencia, de reparar los daños del paso del tiempo, de adaptar la ley fundamental a los valores actuales, de buscar cuáles son los nuevos consensos y de reconstruir los equilibrios territoriales de conformidad con todos los actores.

El PSOE se ha puesto a la cabeza de esta transformación, que sin embargo no cuajará si los demás partidos no vencen sus recelos y aceptan igualmente el reto de la modernización. El PP, desorientado, no niega la evidencia pero pide que sean otros quienes efectúen las propuestas y realicen el gran llamamiento, como si no fueran los conservadores quienes hoy gobiernan y con mayoría absoluta. Así las cosas, será difícil avanzar si Rajoy no desciende del limbo y se arremanga. Pero que nadie piense que este cambio profundo tiene alguna opción alternativa.

Compartir el artículo

stats