La noticia pasó sin pena ni gloria. El pasado 7 de agosto, el Índice de Presión Humana (IPH) en nuestra comunidad se situó en 1.929.985 personas. Presión que se concreta sobre el territorio, limitado entre otras razones por el hecho insular, así como por el uso de las infraestructuras, equipamientos y servicios. La exposición de tales datos puede parecer anodina, pero no lo es.

Lógicamente, esta sobrecarga, tiene como causa el número de turistas que visitan nuestras islas, especialmente en plena temporada alta. De hecho, según el avance del padrón del 2014, la población media de Balears es de 1.101.794 personas, lo que significa que el incremento medio fue de 761.256 personas durante el pasado mes de Agosto, en su inmensa mayoría incluidos bajo el epígrafe de turistas.

Para muchos, especialmente los incluidos en el sector turístico, tal constatación es positiva, porque ello significa que la temporada alta ha sido buena. Criterio que se basa fundamentalmente en el número de visitantes y en el número de pernoctaciones, lo que significa que tales "bondades" afectan principalmente al subsector de alojamientos turísticos (y no a todos con igual intensidad), pero que no tiene el mismo reflejo en otros subsectores tales como en la denominada oferta complementaria (restauración, comercio€). "Bondad" que tampoco se refleja en la estabilidad del empleo creado durante la temporada alta, ni en su calidad (empleo temporal e incluso precario y a tiempo parcial).

Todo lo expuesto nos debería conducir a una primera conclusión: resulta prácticamente imposible garantizar una estructura económica, empresarial y social sostenible fundamentada casi exclusivamente en una actividad intensiva durante un máximo de seis meses de media. Se nos llena la boca de iniciativas para reducir la estacionalidad. Es posible que se consiga prolongar un tanto la temporada alta turística, pero la estacionalidad sigue vigente. Una comunidad como la nuestra, no puede soportar la existencia de más de 100.000 personas inactivas durante un largo periodo del año. Puede argumentarse que el sector turístico no tiene capacidad para absorber ni tan siquiera en temporada alta el número de personas en paro (en torno a 60.000) procedentes en su mayoría de otros sectores productivos tales como la construcción y sus actividades derivadas. Si es así, resulta imprescindible reflexionar sobre las posibilidades de construir un modelo económico complementario a la actividad turística puramente dicha.

Tal tarea no será fácil, pero no significa que no sea necesario como mínimo planteárnoslo. Nuestra sociedad tiene capacidad de crear actividad económica estable basada en productos de alto valor añadido, que exigiría profesionales con una formación adecuada. En esta tarea es fundamental la participación de la UIB. Al mismo tiempo, las sociedades modernas como la nuestra están demandando multitud de tareas interrelacionadas con la "proximidad" que exigen una cualificación adecuada para cubrir tales servicios.

Pero hay más. La sobrecarga de personas durante escasos meses implica una saturación de uso y abuso de nuestro territorio (interior, espacios naturales€) que no olvidemos es uno de los factores básicos de nuestra oferta turística.

Pero al mismo tiempo, tal sobrecarga (761.257 personas de media en agosto) implica la creación y mantenimiento de infraestructuras (desde la red de carreteras a las depuradoras) diseñadas precisamente para los "momentos punta". Y también de un buen número de equipamientos públicos (zonas verdes, mobiliario urbano€), pasando por la prestación de servicios tales como pueden ser las fuerzas de seguridad en temporada alta (desde la policía municipal a la guardia civil y policía nacional). Tales sobre costes recaen básicamente en los ayuntamientos (aunque no sólo), lo que implica que al fin y a la postre repercuten directamente sobre todos y cada uno de los residentes, esté o no su actividad profesional ligada al sector turístico.

Precisamente ahora, en plena temporada baja y por tanto con una actividad económica escasa, debería ser el momento en que las administraciones públicas y sectores empresariales y sociales se plantearan seriamente nuestro actual modelo económico y productivo (fortalezas y debilidades) que lógicamente, también (aunque no sólo) debería incluir una revisión en profundidad de nuestro actual modelo turístico basado en gran parte en ciertos criterios de competitividad de dudosa eficacia a medio y largo plazo.