Los epígonos de Maragall han tenido serias dificultades para rectificar el rumbo de una organización socialista que había derivado hacia parajes intolerablemente nacionalistas. No está siendo fácil reorientar el partido hacia sus esencias catalanistas, que poco o nada tienen que ver con el soberanismo pero poco a poco van abandonando el partido quienes apuestan por el independentismo, que lógicamente no pueden caber en la misma organización que mantiene un acuerdo esencial con el PSOE. La marcha de Marina Geli, ya confirmada, y la de Montserrat Tura, Antoni Castells, etc., que se atisban en el horizonte, son razonables y permitirán a la formación política reubicarse en la posición correcta. Con todo, sigue habiendo estridencias ininteligibles: el expresidente de la Generalitat Montilla declaraba hace poco: "Apoyaré a Mas si le denuncian; es mi presidente". Nunca pareció muy brillante Montilla, pero ahora decae en la vulgaridad. Alfonso Guerra le ha replicado: ¿También apoyaría a Rajoy si le denunciasen con el argumento de que es su presidente? Miquel Iceta tiene que acabar de poner orden ideológico en su organización. Perderá todavía algunos afiliados más pero será el único medio de que vuelvan los electores que han salido huyendo despavoridos al contemplar tanta irracionalidad.