Hace poco, no sé dónde, leí una entrevista con un chico australiano que a los diecisiete años ya había ganado veintitantos millones de euros al vender una nueva aplicación para móvil a un portal de internet. Ahora, a los diecinueve, este chico es uno de los ejecutivos más importantes de esa misma empresa (en la que yo tengo mi correo electrónico, por cierto, aunque ahora el servicio lleve varias horas estropeado, dicho sea sin ánimo de señalar a nadie). El caso es que me intriga saber cómo puede ser este chico en su papel de alto ejecutivo en una gran compañía. Sobre todo porque el poder sea económico o político siempre te hace perder la cabeza, pero se supone que estamos hablando de adultos que al menos han llegado a tener la cabeza en su sitio antes de perderla. Ahora bien, ¿puede tener la cabeza en su sitio alguien que ha ganado veinte millones a los 17 años, y que sólo dos años después ya se ha convertido en un alto ejecutivo de internet?

Es muy dudoso. Ese chico tiene que ser el típico empollón informático eso que en América llaman un "nerd" que se ha pasado la vida encerrado en su cuarto y pegado a la pantalla de un ordenador. Es muy posible que no haya tenido amigos, ni que haya jugado a nada que no sean sus videojuegos, ni que haya salido de su casa o haya llevado alguna clase de vida social. Pero este chico es el que ahora tiene que dar órdenes que afectan a miles de empleados y que ha de tomar decisiones que afectan a la vida de mucha gente. Y además ahora vive rodeado por un grupo de ayudantes solícitos que le llevan la agenda y le organizan las reuniones y le recuerdan lo que tiene que hacer en cada momento. Y si en estas condiciones lo normal es que a cualquiera de nosotros se nos vaya la olla, uno se pregunta qué le puede pasar a alguien que sólo tiene 19 años y apenas se ha relacionado en su vida con nadie que no sea su ordenador personal. ¿Cómo se relacionará esa persona con sus empleados? ¿Y cómo los tratará? Y yendo aún más lejos, ¿qué idea podrá llegar a tener de ellos? Porque es muy probable que ese ejecutivo de 19 años no tenga ni la menor idea de los deseos o las necesidades de la gente corriente que trabaja para él, ya que ese chico no se ha planteado nunca que en este mundo existen cosas como los hijos o los amigos o la familia, o los pubs donde te tomas una cerveza cuando sales del trabajo, o la necesidad de desconectar alguna vez de lo que haces y ponerte a escuchar, por ejemplo, un disco de los Kinks (el maravilloso Village Green Preservation Society, por ejemplo), por la sencilla razón de que nunca le han interesado estas cosas tan insignificantes. Así que mi intuición me dice que este chico debe de comportarse con sus empleados como una especie de Calígula caprichoso e intratable, y ojalá me equivoque.

Lo bueno del caso es que cada vez hay más casos como el de este chico: fortunas cada vez más grandes a edades cada vez más tempranas y en empresas que apenas crean puestos de trabajo. Cuatro de los fundadores de Facebook que acaban de cumplir los treinta años están en la lista de los multimillonarios más ricos del mundo, pero Facebook sólo tiene siete mil empleados en todo el mundo. Si se hacen las cuentas, salen a 1.750 empleados por cada multimillonario, es decir, a muy pocos. Y sobre todo llama la atención la rapidez con que esta gente ha hecho su fortuna, de una sola tacada, por así decir. Los banqueros Rotschild, que hicieron su fortuna de forma muy rápida para su época, tardaron unos veinte años en crear su imperio financiero, pero lo que a finales del siglo XVIII se hacía en veinte años ahora se puede hacer en veinte días, o quizá menos. Si no recuerdo mal, el barón de Nuncingen que salía en las novelas de Balzac necesitó muchos años de especulaciones financieras y de quiebras fraudulentas para amasar su fortuna (y ahora que caigo, Baltasar Porcel me habló una vez de Jordi Pujol como si estuviera hablando del barón de Nuncingen, y ahora, muchos años después de aquello, ya entiendo por qué). El caso es que el dinero llevaba su tiempo, quizá no mucho, pero al menos el suficiente para que uno se fuera acostumbrando a tenerlo (si es que eso es humanamente posible, que no lo sé). Pero no parece que esto sea lo que ocurre ahora, cuando a los diecisiete añitos, sólo porque eres un genio de los algoritmos, puedes ganar veintipico millones de euros de la noche a la mañana. Pobres desgraciados todos los que deban estar cumpliendo sus órdenes.