Decía ayer el director de un gran rotativo catalán que no es que las formaciones que alardean de impoluta integridad moral, como Podemos, sean de otra pasta: lo que ocurre es que todavía no han tocado poder. Y para explicar el caso, Màrius Carol traía a colación un divertido chascarrillo de El Perich de principios de los setenta: "No es que en España no haya racismo, lo que no hay son negros". Viene esto a cuento, evidentemente, de la ya famosa beca de Íñigo Errejón, que presenta un aspecto sospechoso: el joven dirigente deberá explicar cómo es posible que una beca tan suculenta tuviera un único candidato y de qué modo ha sorteado la obligación de acudir al lugar de trabajo previsto en la convocatoria (se entiende mal que se pueda investigar "la vivienda en Andalucía" desde Madrid). Pero más que la beca de Errejón, que se acabará aclarando de un modo u otro, a mí me preocupan las demás becas que conceden las universidades españolas, a las que concurre un único candidato y cuyo beneficiario tampoco cumple las condiciones de la concesión. ¿Quién se hubiera percatado, en fin, de que hay algo raro en un gasto público de casi un cuarto de millón de euros si no hubiera estado por medio un dirigente de una organización política?