El G20 inyectará 1,6 billones de euros para activar la economía mundial. ¿Sabemos qué son 1,6 billones de euros? Muchos aún no pensamos en euros porque tuvimos de lengua materna el castellano antiguo de las pesetas. Para la economía de uso nos apoyamos en la muletilla de que cada seis euros son mil pesetas (aunque aquellas mil ya no son las que eran) pero ya antes hablábamos de 5.000 millones de pesetas como de agujeros de gusano, una cosa de astrofísica que se explica como atajos del espacio y el tiempo pero no dice qué son, de qué están hechos, dónde puedes encontrar uno. El atajo valor "seis euros: mil pesetas" no explica qué son 5.000 millones de pesetas (que tampoco sé calcular en euros). El mundo actual es ininteligible porque, rota la proporción de la desigualdad, las cifras de la corrupción, de las fortunas personales o de las ayudas a los bancos no nos caben en la cabeza. Si cupieran ya habría habido turbamultas, formaciones con las que las masas confusas y desordenadas restauran la comprensión y el orden.

Billones. Los billones, como superlativos de la aritmética, estaban ahí pero no se usaban para casi nada. Nunca decías "pulquérrimo" porque con "muy limpio" ya sobraba para describir la realidad. Tampoco decías "creso", como superlativo de rico, por el nombre del rey de Lidia, según nos enseñaban. Ahora Creso, en español, sería Amancio, que entonces era nombre de futbolista, ahora más millonarios que nunca.

Los billones eran tan poco claros que precisaban la aclaración de "con b de burro". Tal como están las cosas, pronto diremos "millón, con m de mierda". Tampoco sabemos si "billón" vale un millón de millones, como fue siempre en español, o si, por una mala traducción del inglés "billion", son mil millones. Ni lo podemos deducir porque esas cantidades no caben en la cabeza y porque cuanta más riqueza anuncian en la teoría, más pobreza traen en la práctica.