La declaración del director de Instituciones Penitenciarias, Ángel Yuste, en el sentido de que el expresidente Matas ha sido puesto en régimen de semilibertad porque se ha reinsertado socialmente mueve sencillamente a la carcajada.

El concepto de reinserción se aplica al delincuente que se ha movido en medios criminógenos y que, durante su paso en prisión, adquiere otros valores positivos, confecciona un nuevo horizonte vital y se dispone a salir en libertad pertrechado con nuevas herramientas profesionales y dispuesto a convivir en paz con su entorno. Pero, ¿qué se quiere decir cuando se afirma que Matas se ha reinsertado? ¿Qué los funcionarios le han convencido de que se había descarriado y han logrado convencerle para que no se corrompa más en el futuro?

Como han dicho los miembros de la junta de tratamiento de la prisión de Segovia, que se negaron por cinco votos a tres a concederle el tercer grado, Matas “es un buen preso pero un mal ciudadano”. Y el mensaje que ha lanzado el Estado al tratarle con notoria falta de rigor es aberrante porque insinúa que los reos de corrupción merecen un trato benevolente.