Vaya si pueden, unas elecciones generales en estos momentos provocarían un infarto en el miocardio de los ordenadores del Centro de Investigaciones Sociológicas. Rajoy debe estar calibrando la hipótesis de solicitar asilo en Australia, pese a la debilidad de la Liga futbolística en dicho país. La única incógnita que admite el fulgor de Podemos consiste en vislumbrar si lo erosionará el año preelectoral según defiende el voluntarismo agónico de La Moncloa, o si será necesario coronar a Pablo Iglesias para que la prosaica labor de gobernar derrumbe la fascinación colectiva ante su figura.

Ahora mismo, Iglesias es el líder emergente mundial que levanta una mayor expectación. Respetando la posición subordinada de España, el joven profesor despierta la misma curiosidad que Obama en 2006, cuando empezó a barajar su asalto fulgurante a la Casa Blanca. Sin embargo, en la avalancha de metáforas asociadas a Podemos se echa en falta una mención a su precursor más reseñable, Václav Havel.

La atmósfera ecuménica de Podemos evoca por fuerza a la revolución de terciopelo del dramaturgo checoslovaco. De nuevo, un movimiento elitista se adueña del alma colectiva. Hoy es más fácil convocar un referéndum sin amparo del aparato burocrático, o improvisar un partido ganador sin haber recurrido a la financiación bancaria. La transposición de Iglesias a Havel debería tranquilizar a quienes recuerden que el presidente checo acabó ingresando en la OTAN y solicitando la guerra de Irak.

Iglesias viste más esmerado que el Havel de las camisetas de los Rolling Stones, de Frank Zappa o de la Velvet Underground que traspasaba el nombre a su revolución aterciopelada. Si todavía es necesario tranquilizar a los espectadores de la pacífica agitación en curso, cuesta tildar de revolucionaria a una asamblea de Podemos en la que se ovaciona calurosamente al representante de la Agencia Tributaria, aunque sea en la variante técnica. Puestos a pagar al fisco, la lógica empuja a pensar que es preferible que paguen todos. Bien pensado, se trata de una idea revolucionaria.

En los apabullantes laberintos de palabras que pulsan el peso de la actualidad en internet, Podemos y Cataluña superan ahora mismo en tamaño a España por amplio margen. Dos éxitos de programación de Rajoy, el sueño de la sinrazón también produce monstruos. En cuanto a la figura de Pablo Iglesias, unos segundos bastan para repasar la lista de candidatos de PP o PSOE que se le pueden enfrentar en condiciones de cartelería.

El homogéneo mundo actual no autoriza demasiadas maneras de gobernar un país, de Birmania a Dinamarca. Derechos Humanos en la boca y FMI en el bolsillo. Sin embargo, incluso las patronales planetarias admiten que en España se ha generado la desigualdad mas flagrante de la escala planetaria. Los gurús de la economía pronosticaban un estallido violento, tampoco ellos confiaban en la capacidad lubricante del terciopelo. Millones de españoles duermen esta noche con el voto puesto. Vaya si pueden.