Mientras el Parlamento europeo deshoja la margarita acerca de si debe exigir al presidente de la Comisión, Jean-Claude Junckers, que comparezca ante la cámara, salen a la luz particularidades interesantes de Luxemburgo como paraíso fiscal. Lo que el Parlamento europeo se plantea es que Junckers explique los pactos fiscales secretos que, según parece, Luxemburgo firmó con centenares de empresas multinacionales cuando él hoy presidente europeo era primer ministro de ese país y se encargaba por añadidura de la cartera de Finanzas. Lo tienen crudo los parlamentarios europeos que están por la comparecencia „la izquierda, en especial„ porque la condición de pacto secreto exige mucha, pero que mucha discreción. Sin embargo lo que resulta más interesante es el concepto de paraíso que aparece en este asunto.

Según ha publicado Ignacio Fariza en el diario El País, en el número 5 de la calle de Guillaume Kroll, situada dentro del barrio de Gaasperech en las afueras de Luxemburgo, hay un edificio de cuatro plantas que reúne en las tres superiores nada menos que 1.600 empresas. La siguiente concentración empresarial luxemburguesa queda en la avenida Charles de Gaulle de la capital del país que alberga, no lo olvidemos, sedes tanto del Parlamento como de la Comisión europea: 1.450 multinacionales en seis plantas. Y hay más.

Semejante promedio de empresas por metro cuadrado da que pensar. Si el edificio de Gaasperech tiene, pongamos, cincuenta oficinas por planta, resulta que en cada una de ellas se tienen que meter más de diez multinacionales gigantescas de esas que presumen de dotar de despachos de lujo a sus altos ejecutivos. ¿Cómo la harán al tener que quedar apiñados como los usuarios del metro de Tokio en hora punta? ¿Habrán planteado quejas al consejo de administración? ¿Seguirán terapias de psicoanálisis? Y sobre todo, ¿qué le dirán a sus familias y amigos después de haber presumido de los lujos de su club de golf? Salvo, claro es, que semejantes despachos no existan.

El hacinamiento como norma se explica al husmear en el secreto de los apaños fiscales de Luxemburgo. Las grandes multinacionales „Volkswagen, Pepsi Cola, Ikea como ramillete de ejemplos„ pactaron un pago de impuestos que en el caso más gravoso se limitaba al 2%. Mire usted en su declaración de la renta próxima cuánto paga y puede que le indigne saber que el promedio de las empresas europeas no acogidas al paraíso luxemburgués alcanza un mísero 22%. Pues bien, todo apunta a que Junckers logró el milagro de dejar esos impuestos por debajo de su décima parte. Como es natural, va a ser difícil tapar el escándalo pero lo más que se va a conseguir si la indignación cunde no ya en las filas de los nuevos partidos políticos sino en el propio Parlamento europeo es que Junckers dimita. La agencia de información económica Bloomberg ya lo ha exigido. Y a todas esas, ¿cuánto medirá el despacho del presidente de la Comisión europea?