Arranca septiembre... porque, según la muletilla imperante, ahora todo arranca. Arranca el mundial de baloncesto, arranca el curso, arranca el telediario, arrancan los juicios y arranca una precampaña electoral. Antes sólo arrancaban los vehículos de motor, pero ahora arranca cualquier cosa. Por arrancar, no sé si pronto oiremos decir que ha arrancado la vida de alguien cuando se hable de un nacimiento. En fin, decía que acaba de iniciarse el mes de septiembre y comienzan a producirse interesantes fenómenos en el tapete de la actualidad. Por ejemplo, los recientes fiascos de nuestro presidente del Gobierno en el exterior, adonde fuimos triunfantes y de donde volvimos haciendo mutis por el foro, con nuestros candidatos -por lo que se decía, prácticamente situados en la cima de las instituciones europeas- igual que antes del periplo, y con la ansiada aparición triunfal del señor Rajoy en el cogollito de los happy few perdida como una pompa de jabón. Claro que el optimismo de nuestro presidente del Gobierno no se para en esas minucias. Impertérrito, él sostiene el país más con la voluntad de su palabra hipnótica que con hechos, y para mantener la moral nos regala metáforas inolvidables, como esas vigorosas raíces que seguro que su admirada mayoría silenciosa visualiza cada mañana antes de desayunar.

En cuanto al frente interior, la cuestión catalana también presenta algún novedoso matiz. Surgen formaciones nuevas, se agrupan otras, y las ya clásicas procuran localizar su mejor perfil para quedar fijadas en él hasta nueva orden; no llegan a más. Por su parte el presidente de la Generalitat, siempre dado a declaraciones victimistas y enfáticas, continúa el proceso de creación de su propio personaje. La verdad es que acaso se pueda dudar de su capacidad en otros registros, pero cuando entra en trance es un verdadero maestro del pathos; Esquerra Republicana aún no ha forjado un líder capaz de desbancarlo, y no digamos ya el PSC. Coincidente en el tiempo, la última encuesta de voto sorprendió a los escépticos -entre los que me cuento- que creíamos ver en Podemos una opción de trayectoria lenta y errática. La moraleja es que el personal acumula más irritación de la que se trasluce y, harto ya de lo malo conocido, está dispuesto (al menos en teoría) a lanzarse a lo bueno por conocer. Y otra: que a Izquierda Unida la pilla siempre el carrico del helao.

Hasta en detalles menores se advierten brisas de novedad, como en el pelo de Obama, que ha encanecido drásticamente en muy poco tiempo. Tal vez esos rizos blancos sean consecuencia de las duras circunstancias de la crisis, algo a lo que, desde luego, es ajeno Rajoy. Él sigue fiel a un envidiable caoba capilar que contrasta con su barba canosa. ¿Será una nueva metáfora de su titánico anclaje a sus principios?