El sida ha significado una tragedia personal para sus víctimas, castigadas con igual fuerza por la enfermedad y sus metáforas de castigo divino. También pasará a la historia como causante de la mayor contrarrevolución sexual. Ha llegado a estar presente, aunque solo sea como asunto de temerosa conversación, en más de la mitad de las relaciones sexuales. Su difusión global y su ensañamiento con personas jóvenes occidentales le otorgó una relevancia adicional. El VIH oscureció a las grandes patologías mortales que aquejan a la humanidad, gracias al empeño de organismos internacionales por inflar artificialmente su impacto. Nada menos que la ONU anuncia hoy que “unos 19 millones de personas en el planeta no saben que son seropositivos”. Por desgracia, no explica por qué los mismos datos oficiales estimaban la cifra de contagiados inadvertidos en cientos de millones a finales de los ochenta, con la predicción de que la cifra aumentaría exponencialmente. Sí, exponencialmente. ¿Ha desaparecido el virus de milagro en millones de seres humanos?

En el momento del apogeo del sida psicológico, se podía debatir sin sonrojo sobre el exterminio de la humanidad a cargo del VIH, un adelanto aumentado de los apocalipsis del Ébola y la gripe asiática. El actual repliegue de la ONU no nos hace olvidar que los médicos suizos proponían que los seropositivos fueran tatuados para su identificación. O la publicación en el prestigioso The Lancet de artículos sobre la transmisión del sida en piscinas, con la recomendación de que es preferible no bañarse con pequeñas heridas. En general, es mejor no pisar una piscina.

Atribuir el prodigioso descenso de contagios al cambio de hábitos sexuales o la prevención es una patraña. La historia del sida obliga a plantearse hasta qué punto se puede mentir so capa de proteger la salud pública, alentando la utilización religiosa del virus para predicar castidad a los demás. La ONU cifra el control del VIH en 2030, debió precisar que “en esa fecha dejaremos de mentiros”. En fin, toda relación sexual es de riesgo, incluso con escafandra.