En las guerras suele ser habitual que se produzcan lo que eufemísticamente se denominan "daños colaterales". Sus víctimas suelen ser la población civil, ciudadanos y ciudadanas anónimos, que preferentemente pertenecen a los segmentos sociales más débiles (mujeres, niños€). Sus formas son variadas, pero siempre crueles: muertes, violaciones, deportaciones, migraciones€ Y lo más cínico y cruel es que tales daños colaterales se consideran inevitables. La crisis, aunque se nos diga por activa y pasiva que ya la estamos superando, también deja daños colaterales que afectan especialmente a los colectivos más vulnerables. Y que, como no podía ser de otra manera, también se consideran inevitables.

Desde el año 2005 Quaderns Gadeso (www.gadeso.org) publica durante los meses de verano una descripción, análisis y evaluación, de los déficits de la conciliación de la vida laboral y familiar durante la temporada alta turística, donde se presupone hay mayor ocupación laboral. En estas mismas páginas se pública un resumen correspondiente al último número de Quaderns Gadeso (nº 256, junio 2014). La investigación se ha realizado en una zona turística intensiva entre trabajadores y trabajadoras de servicios turísticos (alojamiento, restauración, comercio€). Cómo es lógico, focalizamos el estudio sobre la tipología de las personas más afectadas por las disfunciones de la tan cacareada conciliación trabajo/familia. La primera constatación es que la crisis agrava las dificultades de la conciliación produciendo graves daños colaterales, en plena temporada alta, que afecta especialmente a mujeres y niños. Situación que, año tras año, se agrava

El colectivo objeto de la investigación es, básicamente personas, hombres y mujeres, activos laboralmente como fijos discontinuos o contratos temporales. Tal actividad coincide con las vacaciones escolares de los hijos/as. Tal situación provoca graves distorsiones, agravada por el aumento no sólo de contratos temporales sino de contratos precarios de corta e imprevisible duración (sustituciones, a tiempo parcial€) que afecta de modo más intenso al colectivo de mujeres. Realidad que distorsiona cualquier posibilidad de planificar mínimamente las labores del hogar, del cuidado de los hijos, o el disfrute de un tiempo mínimo de ocio compartido con su familia.

¿Quién o quiénes pueden responsabilizarse de los hijos? Si es posible acuden a la denominada "familia extensa" (abuelos, hermanos€). Pero dicha sustitución no siempre es posible, porque tales redes familiares se encuentran en situaciones similares o porque tales entornos familiares son inexistentes (especialmente entre familias procedentes de la inmigración). Mientras las escuelas infantiles públicas cierran, así como los comedores escolares, los adolescentes quedan al pairo, en muchos casos con necesidad de recuperación escolar, a falta de una oferta pública de actividades lúdicas, deportivas, de refuerzo escolar€ Es un hecho que las diversas administraciones están reduciendo los distintos servicios dedicados especialmente a la atención de niños/as y adolescentes durante sus vacaciones veraniegas. Llama la atención la gran oferta de actividades (deportivas, campamentos, recuperación de estudios€) a cargo de empresas privadas, naturalmente de pago. Últimamente parece que, gracias a la presión ciudadana, algunas administraciones reconsideran parcialmente algunos cierres de comedores escolares, de escuelas infantiles€

Pero, además, tales daños colaterales, además de sus graves consecuencias estructurales en el ámbito familiar y en el desarrollo presente y futuro de sus hijos/as, afectan doblemente a la mujer. Porque tal como refleja el estudio, la mujer, además de trabajar con frecuencia en condiciones de absoluta precariedad, sigue siendo la "responsable" de la atención y cuidado de sus hijos, así como de todas las labores anejas al hogar familiar.

Tales daños colaterales provocados y agravados por la crisis existen, lo expuesto es sólo un botón de muestra, aunque no sean objeto de la atención pública. Y son reales con toda su crudeza a pesar de que, siguiendo el refranero popular "ojos que no ven (o no quieren ver) corazón que no siente", no merezcan la preocupación de nuestros gobernantes ocupados como estarán en sus fiestas, saraos y partys, estivales.