Se ha puesto de moda exigir sin caer en la cuenta de que para exigir hay que tener derecho a lo que se exige. Por ejemplo los catalanes exigen que se les reconozca su derecho a decidir y dicen que eso es democrático cuando se trata de algo que prohíbe la Constitución, como ha recordado oportunamente el Tribunal Supremo. Es decir, que es ilegal. Otra cosa sería que pidieran que se cambie la Constitución para poder luego exigir que a su amparo se les reconozca ese pretendido derecho a decidir. Pero ese es un camino largo que requiere negociar y convencer y no hacer como si en este país no hubiera otros vecinos afectados por tan insolidaria actitud. Cataluña no es un chalet exento porque no lo ha sido nunca sino el piso principal, si se quiere, de un inmueble de pisos y no puede dejar de pagar de un día para otro los gastos comunes sin afectar a los derechos de los demás vecinos. Y por las malas pueden acabar quedándose sin agua corriente y calefacción centrales. ¿Dónde está el famoso seny? Por eso debe quedar muy claro que exigir el derecho a decidir no es democracia sino que es antidemocrático porque no respeta las reglas de juego democrático.

Otros que exigen sin parar son los de Izquierda Unida que se han subido en el carro de la república y están dando la lata (raca-raca que diría Peridis) con el tema, exigiendo un referéndum sobre la forma política del Estado. Cayo Lara dijo además algo así como que los españoles tenían derecho (aquí parece haber más gente con derechos que con deberes) a elegir entre monarquía y república, que es lo mismo que democracia. Eso es una estupidez, se mire como se mire. Al parecer no se ha dado cuenta de que en España llevamos 40 años viviendo en una democracia que tendrá defectos y será perfectible, no lo niego, pero que nos hemos ganado todos con nuestro esfuerzo y que le permite decir memeces como la que ha dicho. A no ser que el señor Lara no sepa muy bien lo que es una democracia porque donde mandan los suyos, como en Cuba, no la hay para desgracia de los cubanos.

A mí me parece perfectamente legítimo defender la opción republicana para España y comprendo que haya mucha gente que prefiera elegir al jefe del Estado en lugar de que te venga dado por herencia. Al fin y al cabo estamos en el siglo XXI y ya quedan en el mundo pocas monarquías, aunque la europeas estén en los países socialmente más avanzados del planeta: Dinamarca, Suecia, Noruega, Países Bajos, Bélgica, Reino Unido, España... Pero los que así piensan deberían ponerlo en un programa electoral, entusiasmar a los votantes y luego, con ese respaldo popular, cambiar la Constitución. Volvemos a lo de antes, todo es posible si se hace respetando las leyes y los procedimientos establecidos. Eso es lo que se llama un Estado de Derecho, que es el que en definitiva asegura que si alguien llama a tu puerta de madrugada es el lechero y no el de la checa de turno. Porque la democracia no está en la calle sino en el Parlamento y no se puede intentar oponer una pretendida legitimidad callejera, fácilmente manipulable, a la legitimidad que dan los votos de los ciudadanos que se residencia en el Congreso de los Diputados. Es lo que se llama democracia, cuyos requisitos Esquerra, CIU e Izquierda Unida se quieren saltar ahora a la torera, con perdón de los catalanes, después de escenificar la ruptura del consenso constitucional en la votación de la ley de abdicación de don Juan Carlos. Es grave porque todos ellos votaron la Constitución en 1978 y muestra la existencia de un problema que no se resolverá pretendiendo ignorarlo.

Dicho esto yo tengo algunas razones para defender a la monarquía en España y reconozco de antemano que algunas son de más peso que otras. A bote pronto se me ocurren varias: La primera es que los últimos 40 años con el rey Juan Carlos han sido los mejores de la historia de España en varios siglos. La segunda es que si algo funciona es mejor no arreglarlo. La tercera es que España es un país particularmente centrífugo y la Corona, por encima del juego partidario, ofrece un anclaje que nunca podrá dar un presidente de Gobierno metido en la lucha partidista. La cuarta es que en el caso vasco la Corona y los fueros son dos caras de la misma moneda. La quinta es que ya tenemos en España bastantes problemas de desempleo, crisis económica, social y política como para ir a buscar problemas donde no los hay aunque aquí seamos especialistas en pegarnos tiros en nuestros propios pies, como hacían los cowboys bisoños a quienes se les disparaba el arma cuando trataban de desenfundar rápido. La sexta es que este asunto no preocupa a los españoles, que se sienten bien con un rey como muestran las encuestas. La séptima es que lo importante no es la forma de la jefatura del Estado sino que el poder resida en el pueblo, como ocurre en una monarquía parlamentaria que en esto no se diferencia de una república. La octava es que no entiendo a los que hablan con arrobo de la república cuando las dos que hemos tenido han acabado como el rosario de la aurora. Y la novena, esta es muy personal, no se lo digan a nadie pero es que la bandera republicana me parece feísima, me recuerda mucho a la rumana, sin ánimo de ofender. Si sigo pensando se me ocurrirán más argumentos. De modo que cambiemos lo que sea necesario pero hagámoslo democráticamente.