Toma artículo paisajístico. Palma está concebida para que no la pisen los palmesanos. Los peatones han sido exterminados por los ciclistas y por la jungla de terrazas en las aceras. La mayoría de estos apéndices de la restauración no solo son invasores, sino carentes de los mínimos requisitos estéticos. Repugnantes, iba a decir antes de contenerme. Procede por tanto recordar que sillas, mesas, maceteros y demás enseres son urbanismo a vigilar con celo. Ocupan y moldean la urbe, con tanto vigor o saña como los edificios circundantes. Un turista hará bien en prestarles más atención que a las fachadas, si pretende sobrevivir a su circuito palmesano.

Las terrazas son un urbanismo que te sale al paso y te interpela. La proverbial pereza de Cort ha rendido la ciudad al salvajismo de locales que multiplican su negocio a costa de los contribuyentes. Entendemos que el inhibido Isern haya regalado Palma, pero el límite debería haberse colocado en la infausta tienda de campaña emplazada en la calle Unió junto a la plaza de la Audiencia, indigna de Gadafi. Seguro que la adyacente sala de lo Contencioso autorizaría el adefesio, si cuenta con el propietario adecuado, pero la labor obstaculizadora del tenderete se multiplica al arruinar la experiencia de uno de los tramos más bellos de Palma, la conexión entre Ramblas y Born.

En mis periódicos paseos por Palma para entrar en contacto con las clases medias o incluso trabajadoras, desfilo siempre por el fascinante Capuccino del Paseo Marítimo, cuya terraza ostenta maceteros afilados a la altura de la yugular. Me pregunto qué alternativa se ofrecerá a los vehículos, cuando estos gigantes invadan la calzada en su proliferación natural. Estoy seguro de que veremos el Born con habitáculos permanentes en su centro, cuartos de baño y cocinas. De momento, ya puedes contemplar a personas comiendo en calles donde la basura promocionada por Cort no recomendaría pasear sin careta antigás. Está bien renunciar a la calidad de vida y a las leyes urbanísticas por un puñado de euros, pero tal vez no se nos debería notar tanto.