Sesudos filósofos y reconocidos periodistas nos han aleccionado en estos últimos tiempos de la necesidad de la ejemplaridad como virtud imprescindible para la cohesión social. Es un poco volver al conocido dicho de predicar con el ejemplo que hasta hace relativamente poco era la base de la educación. La figura del padre y de la madre eran modelos a seguir en la república romana. Y era ésta una pauta que marcaba la tradición. Conjeturo que uno de los irresueltos dilemas entre tradición y modernidad, es el que ha procurado el desdén "progresista" por la responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos y las injustificadas expectativas puestas en que la función sería ejercida por el Estado. Puede que la cuestión sea más profunda y tenga que ver con las nuevas formas sociales, donde el mandato contemporáneo imperioso de ser feliz arrincona el deber de proyectarse y sacrificarse más allá de la propia vida, dejando la fama, como nos recuerda Manrique en las Coplas. Si ya no hay constancia de otra vida, ¿cómo resistirse a apurar la que tenemos? Si no hay premio para la virtud, ¿por qué esforzarnos en ella? La tradición supone continuidad de valores colectivos y determinadas formas de trascendencia; la modernidad implica valores centrados en el individuo y su condición existencial. De ahí el nihilismo más o menos disimulado que ha impregnado desde el siglo XIX a Occidente, que tan bien formuló Turguéniev en Padres e hijos.

La ejemplaridad es una virtud que no es fácil de encajar en lo que es propio de la naturaleza humana. Ya lo dice el refranero: "del dicho al hecho hay mucho trecho". Por eso, recuerdo la apelación a seguir la prédica pero no la conducta de los curas. En ausencia de tentaciones es muy fácil ser casto. Más difícil es serlo cuando a uno se le insinúa, por ejemplo, Miranda Kerr. Pues en la política ocurre lo mismo. No es lo mismo tener poder „que significa no solamente capacidad para obrar el bien, sino también para obrar el mal„ que no tenerlo. Es por eso que la corrupción está íntimamente ligada al poder. Todo el mundo puede estar sometido al eterno combate entre el bien y el mal, pero la corrupción es un atributo exclusivamente ligado al poder. Es fácil clamar contra la corrupción cuando no se tiene poder, pero ¿a cuántos cazadores no hemos visto cazados? De ahí el dicho de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Y que la práctica de la política sea desde el punto de vista moral un ejercicio arduo para el que no es suficiente la preparación de la que se jactan los llamados políticos profesionales. Que a la hora de la verdad no es sino preparación para la intriga en defensa del productivo rango alcanzado. La corrupción estará, pues, siempre presente donde exista alguna forma de poder. La única posibilidad de reducirla „imposible erradicarla absolutamente„, además de responder directamente de la gestión ante los ciudadanos, es que el poder no sea ejercido en exclusiva, que esté repartido entre diversos agentes que se vigilen mutuamente, sin que ninguno pueda imponerse al resto. Por eso, entre otras cosas, es tan importante la separación de poderes en una sociedad democrática. Por eso decimos algunos que nuestra democracia es una democracia imperfecta. Sí, hay elecciones, pero el parlamento está en manos del ejecutivo; y para acceder a las máximas instancias judiciales no basta acreditar unos excelentes conocimientos profesionales, también se deberá haber acreditado cercanía al poder político.

Después de la contundente derrota del PSOE en las pasadas elecciones europeas y la renuncia diferida de Rubalcaba a la secretaría general, se ha impuesto la elección de la misma por el voto de todos los afiliados. A ratificar en el inmediato congreso. Vayan ustedes a saber cómo se va a cohonestar la elección del secretario general por los militantes con la del resto de la ejecutiva y el programa político por los delegados. Es una pirueta más de los socialistas para obviar lo coherente: hacer como en EE UU, donde candidatos y programa son elegidos en elecciones primarias por los ciudadanos. De momento hay tres candidatos: Eduardo Madina, Pedro Sánchez y José Antonio Pérez Tapias. Parece que el más respaldado, en principio, es Eduardo Madina. No conozco ninguna referencia ideológica de Madina por la que pueda emitir un juicio sobre él, aparte de su identificación con toda la etapa de Zapatero y su condición de candidato oficialista. La impresión que a mí me causa „dada la circunspección con la que se presenta, que puede significar timidez y cautela„ es de vulnerabilidad y falta de cuajo para intentar revertir el foso en el que el PSOE está sumido. Una cuestión me asombra. Que cuando la sociedad española exige cambio y ejemplaridad, desde las bases del PSOE se pueda respaldar a un político que, al quedar su mujer en paro por cambio de partido en el gobierno „era "asesora" de Trinidad Jiménez en el ministerio de Asuntos Exteriores„, haya procurado su contratación como alto cargo de Telefónica. Se pasa de tener unos ingresos familiares de 4.000 o 5.000 euros a doblar. La célebre puerta giratoria entre la política y las grandes empresas que dependen en sus cuentas de resultados del Boletín Oficial del Estado. ¿Qué regeneración de la política podrá impulsar quien se ha beneficiado de sus vicios? Muy ejemplar no es. Si gana será un liderazgo débil.

Otro ejemplo candente es la noticia divulgada por los principales medios de la prensa. Uno de los teóricos instrumentos de control de las cuentas de las administraciones públicas, el Tribunal de Cuentas del Estado, dio obras de reforma de la institución a la firma que reformó las casas particulares de altos cargos de la misma. Queda patentizado que el propio Tribunal troceó proyectos de obras y contratos para eludir la ley de contratos para las administraciones públicas y las adjudicó a un empresario que arregló las casas particulares del número dos del tribunal y consejero de fiscalización, Javier Medina, y de su hermano Enrique, gerente del tribunal hasta finales de 2012. Vamos, que el esperpéntico tribunal, cuyo órgano superior de gobierno incorpora notables del PP y del PSOE, trufado, entre sus empleados, de enchufados de estos dos partidos, que tiene como responsabilidad comprobar las cuentas de las administraciones regidas en su mayoría por PP y PSOE, incurre en las mismas prácticas ilegales que está obligado a denunciar. ¿Qué credibilidad puede tener? ¿Saben qué es lo más notorio del caso? Que esta noticia apenas ha ocasionado algún pequeño sarpullido. Que hemos llegado a generar tal tolerancia con la desfachatez con la que la clase política usa y abusa de los recursos de todos en beneficio propio que ya no hacemos ni caso. Los zorros cuidan las gallinas y, claro, se las comen.