Con un poco de suerte, el pintor Antonio López va a entregar en el mes de octubre de este año su famoso cuadro de la familia real. ¿Cuál de ellas?, se preguntarán ustedes. La actual. La de la primera transición. La que ha tenido más agenda estas dos semanas que en el último semestre, con la única excepción de su ´miembra´ en el exilio suizo. Cuando el genial artista descorra la cortinilla y muestre a los Borbones salidos de su mano maestra se nos va a quedar la misma cara que se nos pone al contemplar los retratos de Tita y Heini Thyssen en la planta baja de su museo madrileño. Cara de haber abierto el ¡Hola! que la abuela guardó en un baúl hace una eternidad. Juan Carlos, Sofía y unos veinteañeros Elena, Cristina y Felipe, ataviados según los crueles cánones estéticos de los ochenta, según aparecen en los modelos fotográficos que está usando, firmados por Chema Conesa. Yo, que no soy crítica de arte, no puedo llamar a eso hiperrealismo por mucho que lo haya parido Antonio López. La realidad es una cosa muy otra en estos momentos. No sé si le cuadrará más surrealismo o impresionismo. El creador ha tardado veinte años en acabar el encargo de Patrimonio Nacional, consciente que si se retrata la historia el siglo de entrega es lo de menos. Mas ahora nos crea el problema de dónde colocar la pieza vintage para no herir susceptibilidades. Francamente, no creo que Letizia la quiera en sus aposentos. Tal vez quede bien en el museo del Prado, con las demás egregias parentelas congeladas en el tiempo.

O sea, que este lapso que a cualquier republicano se le ha hecho eterno, a Antonio López no le ha bastado para completar un lienzo detallista. Me he acordado del trabajo de hormiguita del pintor de Tomelloso al escuchar informaciones incompletas y confusas sobre los preparativos de la proclamación de Felipe VI, que de puro austera que la quieren empieza a parecer clandestina. Los expertos en protocolo insisten en que los padres del futuro rey, los protagonistas del cuadro de López, no deben estar presentes en la ceremonia para no restarle protagonismo. Alucino. Un sistema de organización basado en la herencia sanguínea descarta a la familia de la lista de invitados sin ningún miramiento. En uno de los momentos más importantes de la vida del príncipe de Asturias sus progenitores deben ausentarse para no generar problemas con las sillas. "Quedaría raro que el rey saliente esté por delante de la pequeña princesa de Asturias", decía un versado en los arcanos de la diplomacia institucional. ¿Problemas de una niña con su abuelo? Teniendo en cuenta que la infanta Cristina probablemente excusará su presencia por encontrarse inmersa en asuntos judiciales relativos a la corrupción, es posible que el rey Felipe sea entronizado solo ante su hermana Elena y los Ortiz Rocasolano. O mejor, para que nadie se ofenda, que no asistan más que las autoridades civiles y militares y los ex presidentes del Gobierno, que se apuntan a un bombardeo, y luego ya nos iremos todos a un parque infantil a celebrarlo en la intimidad.

Aseguran que no se está improvisando en la sucesión. No sé yo. Unos pretenden dibujar la estampa perfecta de la continuidad democrática en veinte días, mientras que a otro le cuesta veinte años capturar la simple imagen de una familia . En cualquiera de los dos casos, nada que ver con lo que puede entenderse en la calle por realismo.