El Cid ganó batallas después de muerto, pero el dictador lo superó. El ensañamiento terapéutico del "equipo médico habitual" prolongó la vida de su cadáver durante más de un mes, que así ganó su primera batalla post mortem. Quienes tenían motivos para temer la muerte del dictador consiguieron tiempo para esconder en Suiza los beneficios de cuarenta años y para preparar el día después.

Se vistieron de demócratas y pergeñaron una Constitución que, como siempre se dice de la política, cambió lo necesario para que todo siguiera igual. Se redactó y se aprobó bajo el miedo. Tan asustados estábamos que era imposible rechazar unas leyes que, al parecer, alejaban „¿de verdad?„ a los de siempre. Nos obligaron a hacer concesiones, verdaderas imposiciones, imposibles de soslayar. España tenía que ser, necesariamente, un reino y el joven Juan Carlos, el rey, sin alternativa. Bajo la coacción, cualquier cosa era mejor que otros cuarenta años de cadenas. ¿Cómo no iba a ganar el sí? Fue otra batalla ganada por el dictador difunto.

Como medida de precaución, dejaron que el lobo nos enseñara las orejas. Cuando el dictador ya llevaba seis años bajo tierra, la larga noche del 23 de febrero de 1981 nos encogió el alma. Aprendimos la lección y, desde entonces, nadie se atrevió a discutir ni una coma de la maravillosa constitución y aceptamos ser aleccionados cada año con sus excelencias. No estaba tan mal; los españoles que antes habían sido obligados a jurar fidelidad a los principios del Movimiento y a las leyes fundamentales del reino, de golpe se vieron liberados. Pero en el fondo, no fue más que un trágala bien organizado. La Operación Palace de Jordi Évole fue una ficción, pero queda mucho espacio para alternativas más reales. Basta con pensar en el Qui prodes del 23F.

Hoy

Todos los augures habían pronosticado un reinado muy breve, pero ya ven cuánto se equivocaron. Las dudas se convirtieron en encendidos elogios. Probablemente tenían razón: si él no hubiera hecho lo que hizo, habríamos vuelto a caer en Mordor, sometidos a Sauron y sus orcos. Gracias, majestad.

Pero, aparte de fórmula de cortesía, las gracias sólo se debieran dar después de recibir algo "gratia gratis data", una gracia entregada gratuitamente. Sin embargo el buen rey no nos lo dio gratis. En verdad, no hizo más que un albañil o un carpintero que cada día cumplen con su trabajo. Ni tampoco tuvo mucho más mérito: tanto el albañil como el rey cumplen con su obligación y luego cobran. Si el edificio „o el país„ resisten y no se hunden, estupendo. Un premio añadido.

La paga del rey es bastante mejor que la del albañil, pero su ambiente de trabajo es incomparablemente mejor. Está envuelto en una agradable corte de pelotas que le recuerdan una y otra vez lo mucho que todos le debemos por haber impedido el hundimiento del edificio. Entre la paga y el ambiente, el chollo es tan grande que no puede perderse sin derramar lágrimas. Como las que todos vimos en la tele cuando anunció que abdicaba. Ni puede rechazarse cuando se hereda. ¿Se imaginan? "No, papa. Yo preferiría emigrar" "No, hijo; nunca hubo un futuro rey tan bien preparado" "Pero papá, los universitarios que no encuentran trabajo y tienen que emigrar también están más preparados que nunca€". No. No me lo imagino.

Mañana

El nuevo rey saldrá coronado a toda velocidad, por una gran mayoría parlamentaria. Pero esa mayoría no dará el sí por amor a la patria. Lo hará para no perder su chollo. Si fuera por amor a la patria, convocarían un referéndum y según fueran los resultados, tendrían que cambiar la Constitución, disolver las Cortes€ Por supuesto, el país ganaría, pero ellos se verían en la calle. ¡Quita, quita, no seas bobo!

Paréntesis: la Constitución dice que la Constitución sólo puede ser cambiada por la casta que vivirá bien mientras la Constitución no cambie... Todo está atado y bien atado.

Un pasado mañana irreal

Si en los próximos días fuera yo quien había de ser coronado, dejaría pasar algunas semanas contemplando las fotos del ¡Hola! y toda la prensa cardíaca. Cuando el impulso empezara a declinar, iría a la televisión y allí declararía solemnemente que, yo, el rey, por el bien de los españoles, era partidario de hacer un referéndum y, de acuerdo con los resultados, propondría los cambios necesarios en la Constitución.

¿Se lo imaginan? De inmediato, todos los cortesanos se asombrarían de mi valor, de mi fino instinto político, de mi amor a la patria, de mi inteligencia€ Yo que sé cuántas cualidades más me atribuirían. Y los parlamentarios, desesperados, pondrían cara de circunstancias mientras veían que el chollo se les iba de las manos.

Naturalmente, entre la propaganda de los monárquicos incondicionales y la del ¡Hola!, amén de de una televisión bien manejada, ganaría de calle cualquier referéndum. La monarquía saldría reforzada y yo habría salvado el culo. Igual que papá, sería agasajado como el salvador de la democracia. Después, podría hacerme viejo viviendo como un rey. Por si acaso, me alejaría de los elefantes, pero ya pensaría en otros entretenimientos. Algo hay que hacer.

Un probable pasado mañana

Como dice la reina, todo seguirá igual. Tendremos otro rey campechano que vivirá tranquilo. Mientras tanto, la presión del país aumentará. Hasta ahora, los favorecidos por la ley d´Hont fueron los dos partidos de siempre, pero en cualquier momento aparecerá una mayoría diferente y entonces la ley d´Hont irá a favor de esos frikis. Es posible que el rey tranquilo tenga que seguir el camino de su bisabuelo. Bueno, no me hagan caso; es muy fácil hacer predicciones; lo difícil es acertar. Cualquiera sabe.