Veo a Rafa Nadal llorando en su noveno triunfo en Roland Garros, y se me viene queriendo a la cabeza la Universidad de las Islas Baleares, digo por llamarla de alguna forma.

Veo el abrazo con su tío Toni, veo su emoción y la mía, y no veo por ninguna parte al jornalero nacionalista y de izquierdas sujetado intensamente por el chico representante de la derecha españolista. Debe ser que son lo que los miserables quieren que sean. Debe ser que alguien siempre pretende joderle la fiesta a la realidad. Debe ser que Rafa Nadal es Honoris Causa de nuestra universidad sin necesidad de pasar por la casilla de salida de toda esa gentuza acomplejada.

Hablo de la UIB porque -probablemente- generalizar hablando del universo universitario sería tan aburrido como hablar del universo de los fontaneros que te vienen a casa cuando tienes una urgencia. Tienes fontaneros en "a" o en "b", como tienes profesores de la UIB en "a" o en "b". Los tienes con IVA y sin IVA, los tienes de esos que te marean y que tienen intereses políticos ocultos en la desembocadura de tu grifo, y los tienes de esos que simplemente saben donde están, entienden la grandeza de su trabajo y te desembozan la cañería, te hacen la factura correspondiente y se van a esa verdadera universitas que ellos siempre sitúan en la calle.

Veo a Nadal en el podio francés, en la cima de sí mismo, y no entiendo a todos esos profesores y a sus secuaces, a todos esos maestros y alumnos fracasados que en su vida no han hecho otra cosa que pelotear a ras de alguna red secundaria. Veo a esas pobres mentes escudriñarse la sustancia blanca, ahondando en sus ventrículos de biblioteca, buscando el argumento milimétrico del régimen académico de la UIB que les de pie a argumentar todas sus miserias en contra de la no concesión del Honoris Causa a este chico. Dicen, ellos, que no "ha realizado méritos en el ámbito académico universitario", y deben enfatizar mucho con boca en posición oberta lo de universitario, como si eso fuera la solución a sus problemas mentales.

Veo como intentan sin éxito ofender y humillar a quien simplemente por llorar (no por ser el balear más importante de la historia del deporte mundial) merecería entrar en esa casa de todos -de listos y de tontos- manchando todas sus estancias del cobrizo de la arcilla de su esfuerzo y cerrándoles la boca con el esparadrapo de sus dedos.

Observo el trabajo de este chico nuestro venido a más desde siempre, y me imagino a todos esos que han conseguido su doctorado a base de llevar cafés a modo de recogepelotas con tribunales preparados; con esa mirada sumisa al cátedro de turno para que le diera el salvoconducto necesario que sus complejos necesitaban para intentar ser otro.

Noto de cerca como este hombre nuestro no ha querido ni dejado que nadie manipule su acento ni su lengua; cómo ha tenido la capacidad suficiente para doctorarse en saber dirigir su vida y su esfuerzo. Noto como simplemente ha pretendido ser el que es, seguramente sin saber declinar en latín aquel adagio imposible de Píndaro que decía "llega a ser quien eres". Demasiados jueces de silla de CCC para juzgar su clase y su formación más allá del entendimiento.

Nada espero de alguien que desprecia a sus alumnos con su escasa formación de muchos títulos. Nada espero de todos esos que son incapaces de conmover a sus alumnos, de apasionarlos por la ciencia de la que carecen, de hacer que quieran ser un poco como ellos. Nada puede esperarse de todos esos que son la culpa del fracaso escolar desde su fracaso personal, y que buscan en la mitigación del grande que el resto sea de su tamaño diminuto. Si tu alumno no quiere ser quien eres, dedícate a servir pizzas a domicilio.

Nada entiendo de los que han querido ver en Rafa Nadal lo que ellos jamás hubieran soñado ser pero que a la vez sueñan con que lo fueran sus hijos y sus nietos. Pero entiendo a la perfección como un mallorquín de arena renuncia a devolver la bola de su nombramiento cuando (por todos nosotros, incluida la UIB) dentro de la pista no da una sola jugada por perdida.

Si alguien quiere comparar, me debe quedar algún título por el que estaría capacitado para regar la sombra de Rafael Nadal, sea el abuelo o sea el nieto. Pero prefiero sentarme en silencio viendo sus lágrimas de esfuerzo a contar las veces que el resto de Universidades del mundo le harán Honoris Causa. Que así sea.