La debacle del PSOE en las elecciones europeas, en las que ha obtenido un escuálido 23% de los votos y ha visto cómo Izquierda Unida y sobre todo ´Podemos´ le han arrebatado buena parte de la clientela, exigía evidentemente medidas drásticas por parte de quienes han traído al partido hasta aquí. La dimisión de Rubalcaba era seguramente irremediable, pero lo más necesario para evitar que el declive socialista se prolongue y acentúe hasta la inanidad era y es analizar las causas del desastre y ponerles remedio adecuadamente.

El PSOE, parte indudable del establishment, es culpado por los damnificados de la crisis de ser coautor y partícipe de un sistema político que abandona a las clases medias y sin embargo protege a las elites sociales y financieras. Una muchedumbre cada vez mayor de personas jóvenes y no tan jóvenes que han perdido su empleo o no lo encuentran o temen perderlo, han visto rebajado su salario o simplemente están siendo explotadas por trabajos precarios, ha comenzado a rebelarse contra un sistema que ha regalado más de 40.000 millones de euros a los bancos mientras recorta las prestaciones sociales a los necesitados, desahucia a quienes no pueden pagar sus hipotecas leoninas, niega expectativas a una juventud que difícilmente podrá emanciparse, maneja con ostentación grandes magnitudes macroeconómicas sin ver que la supuesta bonanza no alcanza a los estratos inferiores de la segmentación social€ Y aunque el PP gobierna actualmente, la gente sabe que gran parte de este engendro es responsabilidad del PSOE , que ha gobernado hasta ayer mismo y la mayor parte del tiempo en democracia.

Las europeas han puesto en definitiva de manifestó que la bolsa de la paciencia ha estallado, que ya no hay miedo de romper el statu quo, que quienes no ven horizonte en el sistema establecido están dispuestos a explorar el terreno fuera de él porque sin duda tienen pleno derecho al bienestar que se les niega desde el apolillado bipartidismo.

Pues bien: frente a esta apoteosis ideológica, la propuesta que el PSOE está tramando sin ni siquiera haberse parado a reflexionar es provocar una urgente ´renovación´ que consistirá en sustituir a Rubalcaba por Susana Díaz, la presidenta andaluza, en un congreso extraordinario que la elegirá por aclamación, como ella misma ha exigido aparentemente. La cuestión sucesoria es de tanta enjundia que nadie piensa que ese congreso vaya a servir para recapacitar sobre los errores cometidos, y mucho menos para improvisar una reorientación del partido que lo ponga mínimamente en sintonía con las inquietudes sociales y le permita recuperar las clientelas que han emigrado a otros parajes.

Si se piensa que la opción de Susana Díaz, una política recién llegada a la política estatal, puede suponer que no haya elecciones con participación de la militancia, y que se cancelen asimismo las primarias abiertas para la elección del candidato a la Moncloa previstas para otoño -todo lo cual supondrá faltar gravemente a la palabra dada- , y si se considera que la lideresa andaluza ha sido quien ha tenido que sobrenadar el magma de los ERE fraudulentos y la gran estafa de los cursos de formación, se entenderá con facilidad que las posibilidades de que por esta vía se regenere el PSOE y comience una etapa de fecundo reencuentro con la sociedad son francamente escasas.