Por lo que a Mallorca respecta, la abdicación de Juan Carlos I presenta el primer gran interrogante del futuro del palacio de Marivent como residencia estival de la Familia Real española y, ligado a ello, el uso de la mismas instalaciones como centro de encuentro de personalidades y mandatarios de todo el mundo y del Palacio de la Almudaina como centro de actos oficiales del Rey.

Han surgido diversas especulaciones en el sentido de que el nuevo monarca y su esposa podrían optar por disminuir la utilización de las instalaciones mallorquinas que han estado a plena disposición de la Casa Real durante todo el reinado de don Juan Carlos. De momento, este año parece que la estancia de Felipe VI y la futura reina Letizia en Marivent será, en el mejor de los supuestos, escasa. Las últimas informaciones indican que La Zarzuela tiene preparada, en julio y agosto, una completa agenda de viajes internacionales para los nuevos reyes.

El Govern se ha apresurado a indicar que no contempla usos diferentes para Marivent que los de residencia estival de la Familia Real española. Lo mismo ha venido a decir el ayuntamiento de Palma, pero no ha escondido su preocupación ante la posibilidad de que las cosas puedan verse trastocadas.

Marivent y después La Almudaina, el antiguo palacio de los Reyes de Mallorca, están directamente vinculados a la Casa Real desde los albores de la década de los setenta, cuando don Juan Carlos y doña Sofía eran Príncipes de España. Entonces, en 1973, recibieron la cesión de uso de las instalaciones que la Diputación Provincial había obtenido por donación de la viuda de Juan de Saridakis en 1965.

Marivent es el lugar de descanso de la Familia Real española, pero también el sitio ideal para que el rey pueda compatibilizar el ocio veraniego con las funciones institucionales y de representación propias de la jefatura del Estado. Por eso las instalaciones de Cala Major cuentan, a lo largo de sus cuatro décadas como residencia real, con una extensa nómina de visitantes de primer nivel mundial. Ahora, esta función no tiene porqué verse alterada con el cambio de monarca.

Se ha repetido hasta la saciedad y no sin razón, que don Juan Carlos es el primer embajador de Mallorca. Su presencia en la isla y las actividades deportivas que ha desplegado junto a sus hijos en la bahía de Palma, han sido la mejor promoción turística que ha tenido la isla. La presencia real, ya por tradición, desvía hacia ella todos los focos de la actualidad informativa.

La relación, intensificada de forma progresiva, ha sido positiva por ambas partes. Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia, han gozado del sol, el paisaje, el clima y las instalaciones que han tenido a su disposición en Marivent. Por otro lado, Mallorca ha sacado adecuado rédito de la constante presencia real en la isla.

Lo consecuente sería que la proclamación de Felipe VI como rey de España conllevara el traspaso de padre a hijo de los usos de los 33.000 metros cuadrados de Marivent. No existen elementos objetivos para trastocar esta situación. Mallorca, generosa, discreta y respetuosa con la privacidad de la Familia Real, no es merecedora de minusvaloración en este sentido. Si los reyes dejaran de venir a la isla en verano, ésta se resentiría de ello con un impacto negativo en lo comercial, económico y social sobre la industria turística. Es un riesgo evitable. Las tareas propias de las responsabilidades que contraerá Felipe VI como monarca deben ser compatibles con su presencia periódica en la isla en la que también se ha forjado como heredero de la Corona.