"Medios oficiales" sin determinar han especificado que la proclamación del nuevo rey será "laica y austera". Tendría, además, todo el sentido que el nuevo jefe del Estado jurara el cargo ante las Cortes españolas vestido de chaqué, ya que su amplia función constitucional, que incluye la jefatura de las Fuerzas Armadas, tiene sobre todo una amplia dimensión civil, como es natural.

Cuando don Juan Carlos tomó posesión, a la muerte del dictador, realizó todos los actos protocolarios, que incluyeron los funerales por Franco y una misa de entronización, en uniforme militar, que no se quitó en cinco días. Era importante que el Ejército levantisco de aquel momento tomara conciencia de que el nuevo Rey, ascendido al generalato en las primeras horas tras el deceso del ´caudillo´, era el mando supremo.

Pero hoy, felizmente, las circunstancias son completamente distintas: el Ejército, que ha dado pruebas en estos años de gran brillantez profesional y se ha supeditado democráticamente al poder civil, ocupa pacíficamente su lugar en el entramado institucional, por lo que nada se opone a que Felipe VI resalte en el momento de su llegada su voluntad de ponerse al frente de la inquietud y la modernización sociales con las solas armas de la política y de la inteligencia. Una obviedad que en este caso merece ser destacada.