El rey ha abdicado, viva el rey. Ha escogido un buen momento para hacerlo. Lo que pasó en Mallorca puede ser un 40% „por poner un dígito„ de su decisión. La utilización de un convenio en lugar de un contrato es una práctica a la que se pliegan administraciones y funcionarios para otorgar prebendas a digitados del régimen, soslayando la publicidad y la concurrencia exigida por las leyes. El caso Nóos fue uno más. Visto con la perspectiva que da el tiempo quien más pierde es Mallorca: el dinero otorgado ilícitamente se recuperará, pero no la promoción que nos hizo la casa real poniendo un foco que alumbró internacionalmente la geografía mallorquina ¿Alguien ha estudiado lo que supuso la figura del rey para Mallorca en términos de PIB? Su figura deja muchísimos aciertos y dos errores: despedir a Sabino Fernández Campo y poner a un político como García Revenga a asesorar a su hija. Se hubiese evitado el montaje urdido por el ambicioso y carente de escrúpulos profesor de su poco inteligente yerno, al que le aguarda un calvario.

Vivimos la redefinición de las viejas instituciones: el gran Suárez falleció, Rubalcaba se tiene que ir muy a su pesar, el rey abdica en un hombre preparadísimo, el PSOE se desangra en luchas internas , el PP da tumbos como los zombies de Walking Dead y las izquierdas emergen en el continente europeo con una fuerza inusitada. Un momento histórico en el que la transformación nos sorprende tanto por su fuerza como por su alcance . No es algo inesperado porque lleva gestándose desde hace siete años. Pero como todo lo que se vive día a día es más difícil de interiorizar. Como la burbuja inmobiliaria.

Las protestas estudiantiles de los 60 se repiten en la actualidad. Menos radicales, porque están más preparados, pero con similares reivindicaciones. En los años 50 se trató de la muerte del campesinado; a finales de los 80 se inició una contracción de la clase obrera tras el periodo dorado de los años 50 a los 70 y ahora se trata del empobrecimiento radical de las clases medias y de la abertura de una sima de desigualdad que nos acerca a países de América Latina.

Nunca la derecha se había mostrado globalmente en Europa tan obtusa. Le está haciendo el juego a la izquierda más radical reanimando políticas que aspiran a maximizar la intervención estatal. ¿El modo?: haciendo gala de una filosofía contable que ha elevado a rango de sancta sanctorum el déficit. No hay otra política pública. Nada más. Se llama visión panorámica. Ni el batacazo electoral del 25 de mayo les ha hecho reaccionar. Ya lo dijeron Cabrer y Bauzá: nos reafirmamos en nuestra política. Espíritu crítico y reflexión, en otras palabras.

¿La alternativa, el PSOE? Así no. Ver los telediarios, leer la prensa especializada y analizar la situación invita al prozak. Vienen de un congreso inútil , de una conferencia política en la que se encontraron estupendos y van hacia otro congreso precocinado al que no se pueden presentar nuevas caras si no tienen 20.000 firmas. Mal asunto. En clave casera Armengol persevera en su torpeza. Quiere un referéndum sobre monarquía y república. Y yo una columna y unos pies nuevos.

La verdadera cuestión es la que se obvia intencionadamente. Cuál debe ser el alcance constitucional a proponer para modificar la arquitectura institucional de una nueva era. Y lo evitan porque no se sienten legitimados vista la sangría de votos que padecen desde 2011. Tampoco asistiremos a un debate entre los diferentes candidatos a la secretaría general socialista sobre el modelo de Europa, la financiación de las pensiones en un país envejecido poblacionalmente, cómo establecer un modelo de financiación para las comunidades autónomas que asegure la equidad en la contraprestación que supone la aportación de cada una de ellas a la caja común; qué hacer para evitar que principios constitucionales básicos sean vulnerados por leyes de corte cuasi fascista: la ley de tasas en la justicia española que evita que las personas con menos recursos económicos puedan litigar por sus bienes o derechos legítimos; la reforma que pretende convertir a los jueces en mudos, sordos y tontos; la privatización de un servicio público como la sanidad; el globo sonda que ha enviado Wert sobre el copago en educación pública, un debate sobre impuestos y gasto público que haga sostenible la creación de puestos de trabajo para los millones de españoles que lo necesitan y el Estado social, y tantas otras. Estas son las reivindicaciones sociales que predefinen la actualidad. Resolverlas también asegura un buen resultado en las urnas. Pero hay que saber escuchar y dejar de mirarse el ombligo.