Los cambios más importantes de la Historia se han hecho siempre desde la crisis, nunca desde la armonía, y han tenido lugar gracias a un fuerte componente de indignación. Una semana después el eco de las elecciones europeas sigue resonando como una bofetada en el rostro de aquellos que ostentan el poder, y no me refiero exclusivamente al poder político sino a todos los demás. A tenor de lo visto nuestros "opresores" harían bien en plantearse una seria reflexión porque su lectura de los signos había sido errada. ¿Qué ha ocurrido? Muy simple. Protegidos por un sistema corrupto y acostumbrados a emplear vías de escape al borde de la impunidad, sólo se han despertado de su sueño a través de nuestra pesadilla. Pero hasta en esto han tenido suerte. En una época no tan lejana los humillados recurrían a la sangre y el fuego, porque los hombres pasaban hambre y aún tenían dignidad. Ahora ya no. Pero si en lugar de perder el tiempo consultando estadísticas nuestros políticos, por ejemplo, hubieran atendido a las señales que apuntaban en el cielo quizá habrían ido con más cautela.

Retrospectivamente, llevábamos meses con la caldera al límite. Podíamos verlo en mil signos que la ciudadanía enviaba a diario desde todos los ángulos y rincones del territorio. Incluso no faltó el asesinato de una política prepotente y bajo sospecha. Pero la soberbia del poderoso les invitaba a seguir en lo suyo y mirar a otro lado€ Hasta que alguien ha dicho basta y resulta que ese alguien somos nosotros o alguien tan harto como nosotros. Por tanto, sería un error pensar que los resultados de las últimas elecciones sólo son un toque de atención. Llevo días escuchando esta memez, como si nuestros "opresores" hubieran cometido un pequeño desliz sin importancia del que han de recuperarse sin perder la compostura. Esta vez no. Esta vez no basta con una rectificación. No basta con un "mea culpa" para la galería, ni con un lavado de cara oportunista, ni con la caza de responsabilidades en otros partidos, ni con una declaración solemne de buenas intenciones. Tampoco basta con la renuncia de Rubalcaba porque hay otras figuras de la vida pública española, superiores a él, que también deberían largarse por el bien de la gente.

El país entero necesita una profunda transformación, ya no valen componendas, triquiñuelas y pasteleos. Finalmente el español ha visto la luz. Ha visto que la maquinaria del poder es tan perversa que camufla sus atropellos engañando al ciudadano con promesas que jamás van a cumplirse y con la carnaza de algún que otro castigo ejemplar. Los noticiarios andan llenos de casos de poca monta, en comparación con lo que se mueve en la sombra. Quién sabe si tanta ficción "conspirativa", tanto Código da Vinci, tanto "illuminati" y tanto monstruo en las alturas no han acabado por abrir nuestros ojos. La sospecha de que todo esto pueda ser cierto y que nosotros sólo somos un puñado de hormigas está agitando el hormiguero.