Parece demostrado que el hombre no es el único animal inteligente aunque sí el único que le da importancia al hecho de serlo. Todavía hay, sin embargo, quienes se aferran a este fenómeno, la inteligencia, para diferenciarnos de nuestros semejantes, las bestias. La definición de este vocablo ha sufrido tantos cambios que aún hoy es difícil saber en qué consiste. No sabemos si tanta modificación se debe a nuestra incapacidad para definir o a la necesidad de excluir a algún animal cada vez que cualquier insolente biólogo radical comete la desfachatez de descubrir en él comportamientos que se ajustan a la definición vigente. Inventamos el intelecto, lo definimos y lo circunscribimos a nosotros mismos para crear nuestro propio club privado. Algunos lexicógrafos solucionan el problema de raíz con un rotundo: "Capacidad humana para comprender y razonar", y ya está. Aquí no entra ni Dios.

Otra cosa es la estupidez. La define el diccionario de la RAE como "torpeza y lentitud notable en comprender las cosas" y, en segunda acepción, cómo no, como "dicho o hecho propio de un estúpido"; siendo estúpido su correspondiente adjetivo, es decir: "Necio, torpe, falto de inteligencia", o bien "palabra o hecho que demuestra la estupidez de su autor", lo que nos remite de nuevo al sustantivo en una de esas estúpidas definiciones circulares a las que nos tienen acostumbrados algunos diccionarios.

Aceptemos estúpido como falto de inteligencia. Haciendo caso a los lingüistas más estrictos y limitando esa cualidad al ser humano, estaremos condenando al resto de los seres vivos a la estupidez perpetua. Sí, incluso a Dios. La inteligencia suprema ninguneada por la más necia de sus criaturas. El hombre crea a Dios y le despoja de su esencia, corregiría Nietzsche. Como tamaña atrocidad no cabe ni en la mente del menos torpe de los hombres, podremos concluir que alguien se ha equivocado definiendo.

Porque, ¿cómo podemos afirmar que un perro es estúpido cuando es capaz de entender sin haberlo estudiado nuestro complejo lenguaje vocal, mientras somos incapaces de entender su sencillo y universal idioma gestual? Los perros se comunican perfectamente con sus congéneres extranjeros y a nosotros nos cuesta comprender al vecino. A Idéfix le bastan cuatro viñetas para entenderse con el gran danés Kampfdolvarsa en La gran travesía, pero Astérix, el más astuto de los galos, es incapaz de hablar con los vikingos, lo que demuestra, entre otras cosas, que Goscinny tenía perro.

Algunos cetáceos, estúpidos por definición, pueden emitir simultáneamente dos mensajes a distancias y en direcciones diferentes. Los humanos, inteligentes en exclusiva, alcanzamos este logro a fines del siglo XX y no por nuestros medios sino gracias a una tecnología que, por otra parte, nos convierte en el único animal capaz de exterminar su especie con sólo pulsar un botón.

Propongo pues una nueva definición de estupidez: "Cualidad exclusiva del ser humano, aunque no inherente a él, consistente en considerarse superior a sus semejantes „léase demás animales„ por el hecho de creer tener mayor inteligencia; donde inteligencia sería: cualidad que suele atribuirse el hombre a sí mismo para poder mirar a los demás por encima del hombro".

*Presidente honorífico de la Plataforma Balear para la Defensa de los Animales (Baldea)