Existía el precedente de políticos que desde la oposición habían culpado a los gobernantes de una pésima gestión de los incendios forestales. Sin embargo, Bauzá fue el primero que se comprometió a suprimir el fuego descontrolado, en el debate preelectoral con Antich y tal vez a través de un decreto-ley. El resto es una triste historia chamuscada, que el año pasado quemó tres mil hectáreas de suelo mallorquín y que en este ejercicio ha doblado el número de fuegos. El farmacéutico debe sentirse como Moisés, si las aguas del Mar Rojo no se hubieran apartado en obediencia estricta de sus instrucciones.

La hoguera mallorquina del verano pasado propició excelente oportunidades fotográficas de Bauzá junto a la Familia Real. De hecho, la restitución ecológica concluyó en cuanto desaparecieron reinas y príncipes, sin avances reseñables en los meses posteriores. Quizás por ello, el Govern militar se jacta de que este año "mantendrá los mismos recursos de la pasada temporada contra el fuego", remachando que empleará "el mismo número de personal y de medios aéreos". A mismos medios, mismo fuego, habrá que preparar los flashes de sangre azul y los lagrimones hipócritas de ordenanza.

Por fortuna para Balears, la incapacidad de Bauzá para detener el fuego se extiende a su falta de dotes para propiciarlo. Aunque apadrina con Company -a quien se postergó en las fotos regias- la repetición de las condiciones que resultaron en la devastación de tres mil hectáreas, la tranquilizadora teoría de los cisnes negros establece que nada garantiza que una catástrofe vaya a reproducirse, por mucho que se dispongan los "mismos medios" que en un caso idéntico condujeron al desastre. Con todo, el Govern ha puesto en marcha la ruleta incendiaria, que se detendrá en la casilla de100, 200 o 1.000 hectáreas, sólo falta localizar el ara sacrificial para convocar allí a la Familia Real. Entretanto, el farmacéutico prometió a su llegada que Balears contaría en 2012 con un Plan Forestal todavía no aprobado. Por la boca arde el pez.