Con inocultable animo de provocación (él bien sabe que no uso Twitter, ni Facebook, ni Wasap), un querido colega me remite un reportaje en el que se ofrecen datos sobre los diputados del Congreso que usan las redes sociales para promocionarse y difundir sus puntos de vista. De su lectura se deduce que el diputado con más seguidores en Twiter ( "followers" se les denomina por esa creciente manía de escribirlo todo en inglés) es el presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy (496.000), el segundo, el líder de la oposición, señor Pérez Rubalcaba (218.000), el tercero, el cuarto y el quinto, los diputados de Izquierda Unida señores Garzón, Llamazares y Lara; la sexta, la vicepresidenta del Gobierno, Saénz de Santamaría, y así, en orden decreciente, hasta los señores Alfonso Alonso del PP (16.762) y Antonio Hernando del PSOE (16.676).

La primera reflexión que se me ocurre es pedestre y no hay que ser un lince para hacerla. Don Mariano Rajoy y don Alfredo Pérez Rubalcaba son los más seguidos por la sencilla razón de ser los más conocidos y publicitados en los medios. Ademés, son los que cuentan con el equipo necesario para afrontar la tarea de lanzar continuamente mensajes, responder a ataques dialécticos del adversario , o simplemente decir chorradas. Parece dudoso que, con lo ocupados que deben de estar, los dos tengan tiempo para esos entretenimientos. En cambio, resulta perfectamente explicable el activismo frenético de los diputados de Izquierda Unida, de ICV, de Esquerra Republicana, y de Convergència i Unió, porque todos los grupos que quieren asomar cabeza deben recurrir a cualquier medio para hacerse notar. Al margen de todo ello, desconozco cuál es la eficacia política de las llamadas redes sociales y como se puede cuantificar su influencia. Cada dos por tres, cuando ocurre algo que llama al atención de público (desde una mentecatez hasta un suceso trágico) oímos hablar del "incendio de las redes sociales".

Y debe de ser ese un incendio que se apaga con poca agua porque al poco de abrasar un tema rebrota con otro distinto y de parecida fugacidad. En realidad, redes sociales (o medios para propagar la propaganda) los hubo siempre y desde muy antiguo. Y los que vivimos en áreas de influencia cultural cristina lo sabemos muy bien. Cuando Jesucristo quiso escoger el núcleo principal de sus apóstoles lo hizo entre pescadores del lago de Genesaret. Una gente que andaba desanimada tras una jornada de pesca infructuosa hasta que el ´Maestro´ por antonomasia los llevó al lugar adecuado y les hizo echar allí las redes con un resultado final espectacular. "Desde ahora sois pescadores de hombres", les dijo según el relato de Lucas. Y así lo hicieron desde ese momento. Y pescaron tanto que el signo del pez , que era el símbolo de una creencia minoritaria, acabó por pescar al entero imperio romano y se extendió con fuerza por el mundo. El cristianismo, en sus diversas vertientes, sabe mucho sobre el uso de las redes sociales y sobre la influencia de los púlpitos, de los campanarios, y de los grandes ceremoniales. Y no olvidemos los confesionarios, ese instrumento insuperable de investigación social y psiquiátrica