Diciembre de 1975. A sus diez años, Andrew observa los peces de colores de un acuario en la consulta de su dentista en Rockport, Massachusetts. Asume que su lugar es el océano y que están deseando volver a él.

Enero de 2005. Tiendas de animales de todo el mundo reciben una carta que dice: "Estimados clientes, a causa del tsunami que el pasado 26 de diciembre asoló las costas del Océano Índico y hasta que se normalice la actividad pesquera en la zona, nos vemos obligados a interrumpir el suministro de peces de acuario". Lo que para el hombre es un desastre sin precedentes para el frágil ecosistema del arrecife coralino supone una efímera tregua.

El tráfico de animales salvajes es, junto con armas y drogas, el comercio que más dinero mueve en el mundo. El pez es el tercer animal de "compañía" más apreciado „si aceptamos como tal a alguien que da compañía pero no la recibe„, sólo superado por gatos y perros. Esta popularidad se debe a su bajo coste y al efecto terapéutico que produce su contemplación. El 95% de los peces de acuario son capturados en estado salvaje.

En 2003, millones de espectadores vieron, pero no entendieron, Buscando a Nemo que, lejos de difundir el mensaje que pretendía, disparó las ventas mundiales del pez payaso, convirtiéndolo en el tercer pez de acuario más solicitado. Este pomacéntrido vive en simbiosis con las anémonas venenosas a las que facilita alimento con su aleteo. Éstas, a cambio, le ofrecen protección, dificultando su captura. La pesca masiva del pez payaso ha supuesto la desertización de vastas áreas de fondos coralinos. Se les aturde con cianuro obligándoles a abandonar su refugio. El resto de la fauna afectada por el veneno sencillamente no despierta. Más de diez peces de otras especies mueren por cada pez payaso capturado y sólo uno de cada diez llega con vida a su destino. De los ejemplares muertos por la ineptitud de sus compradores no hay estadísticas. Suponiendo un porcentaje similar, podemos deducir que por cada pez payaso que adorna la pecera de un "amante" de los animales se ha masacrado un millar de congéneres. Si la vida media de este íctido es de cinco años podemos calcular la frecuencia del genocidio. Un precio muy alto para una terapia antiestrés. Relajarse contemplando a los supervivientes de un holocausto está de moda.

Andrew Stanton ideó Buscando a Nemo en honor a los peces de su dentista. Muchos espectadores carecieron del coeficiente intelectual suficiente para comprender que Nemo no fue precisamente salvado por el intrépido buzo. Si eres uno de ellos probablemente no habrás llegado al final de este artículo o no lo habrás entendido. Te justificarás arguyendo que tus peces, casualmente los tuyos, son parte de ese 5% criado en cautividad, como si la estirpe justificara al esclavo. ¿En qué siglo vives? Sólo intenta pasar por la vida sin convertir la de los demás en un infierno o, dicho de otro modo, mira por donde pisas.

* Expresidente de la Plataforma Balear para la Defensa de los Animales (Baldea)