Diálogo para besugos, o dos personajes de tragedia clásica en busca de autor. Rajoy y Mas. Cada uno con su nacionalismo a cuestas, pisando ámbitos distintos y con paradigmas de insoluble descodificación. Es imposible el entendimiento. Mientras la independencia en Cataluña es un fenómeno que se extiende por la calle de forma transversal „y de abajo a arriba„, Madrid y Barcelona se agotan en un campo de juego que sólo tiene un final: el choque de trenes. Rajoy cierra puertas y Mas desea cerrar etapas cuanto antes. Mas plantea la autorización del referéndum y Rajoy da largas hasta la colisión inevitable. Rajoy no apela a ningún escenario reformista y se encierra en la ley y en los aparatos estamentales. Mas plantea una propuesta radical de transformación de los ejes gravitacionales del Estado. Rajoy contesta con un diálogo retórico aunque en las entrañas no crea en el diálogo. Mas se legitima con el abrazo soberanista amplio que le proporciona su partido, ERC, Cup e Iniciativa y se acoraza sobre la perspectiva electoral. Rajoy espera que las cosas se solucionen con el tiempo y Mas sabe que el tiempo corre a su favor. Rajoy piensa que cuando ya no esté Mas, la tensión bajará y Mas „que perdió votos con la estrategia de su proyecto„ cree que su misión histórica le aupará como héroe o como mártir. Rajoy recurre a la lealtad institucional y a los límites jurídicos, al interés general de España, al sinsentido del enfrentamiento, a la corresponsabilidad autonómica, a la ayuda financiera que el Estado otorga a la Generalitat: piensa que el independentismo es un subproducto de la crisis y que la llama se apagará si la economía evoluciona. Mas se levanta sobre la crisis de representación política, sabe que su apuesta sirve para enmascarar o diluir el estado de emergencia económica y social, desdeña la centralidad que ha ocupado CiU desde la transición, exige que se publiquen las balanzas fiscales para airear el castigo de Madrid, es consciente de que hay un suma y sigue de votos soberanistas en las encuestas y de que su causa excita memorias y emociones: ya está en el final de la Oda a Espanya de Maragall. En el "Adéu, Espanya". No en el principio: en el "Escolta, Espanya".

Contra ese discurso, Rajoy sólo ha aprovechado la situación para asfixiar al PSOE, que pasaba por allí, sin buscar un nuevo marco de confluencia que aislara dudas. El PP, además, ha encarado el problema como si se tratara de un inmanencia del plan Ibarretxe. Eso es no entender nada. Aquel plan se edificó de arriba a abajo, sin la ósmosis con la calle que hoy se percibe en Cataluña. El análisis ha sido un fracaso.

El bloqueo es total. Y el proceso está degradado por ambas partes. En una de sus últimas entrevistas, Rajoy decía como réplica justificatoria: "España es la nación más antigua de Europa". ¿No da idéntica respuesta el nacionalismo catalán con su milenarismo? La historia es conocida y está en los manuales: cuando Cataluña ha advertido debilidad en el sistema político español es cuando ha decidido cancelar su relación con Madrid. ¿Es que el PP no conocía ese guión? ¿Era preciso buscar el cuerpo a cuerpo y cerrar los ojos ante la pulsión creciente que venía de Cataluña? Hoy la negociación es imposible porque los puentes se han roto y se ha llegado demasiado lejos. Lo dice Mas: "la única solución posible es que el pueblo catalán pueda decidir su futuro. No hay otra salida".

Rajoy resiste sin percibir que muchas de sus acciones políticas no relajan el ambiente sino que generan más independentismo. Mas tiene complicado dar marcha atrás porque tendría que dimitir. Ha de seguir con su estrategia soberanista aunque sea consciente de que quizás no esté él en la meta, si la hay. ¿Cuál es el desenlace cuando el PP opta por la confrontación y a Mas le es imposible claudicar o rebajar sus pretensiones porque afianzaría a ERC? ¿Y a quien prefiere Rajoy, a CiU o a ERC?