Vaya por delante que soy partidario de que el catalán, el euskera o el gallego se estudien en toda España. Como quien estudia el arte, la historia o el patrimonio común. Me explico. Debería de haber una asignatura obligatoria en los planes de estudio de las distintas comunidades autónomas, donde se tuviera que elegir entre cualquiera de esas tres lenguas y después „o al mismo tiempo„ ya vendrían el inglés, el chino mandarín o el bielorruso, ya saben. De esta manera se propiciaría que un salmantino, un cacereño o un cordobés „sólo son ejemplos„ consideraran lenguas propias „lenguas españolas„ tanto el euskera, como el catalán o el gallego. Tan propias al menos como propios pueden considerarse el Ebro, la Alhambra, el rioja, La Sagrada Familia, Velázquez, el Guadalquivir, Goya y la catedral de León, aunque nunca haya estado uno en la catedral de León. Y de esta manera se impediría que personas que han llegado a ministros del Estado, puedan decir chorradas como la que dijo hace días la exministra Trujillo: que no entendía para que sirve el catalán.

Decir que uno no entiende para qué sirve una lengua le descalifica inmediatamente. Desconocer que una lengua contribuye a estructurar el pensamiento y la sentimentalidad, que ayuda a dibujar los mapas de la memoria, que sirve para descubrir el mundo, para rezar, amar y entender „o no„ al otro y a uno mismo, para decir la verdad y para mentir, es bastante sorprendente. Por no decir propio de un ignorante. Tan ignorante como cualquiera de los que menosprecian una lengua para ensalzar otra. Hay algo que ya se ha olvidado al mezclar constantemente política y lengua desde hace tantos años: no se ama una lengua si se insulta o desprecia a otra. Quien dice que ama el catalán e insulta o menosprecia el castellano „tildándolo, despectivamente, de foraster„, miente aunque no lo sepa: no ama el catalán, se escuda tras él. Quien dice que ama el castellano e insulta o menosprecia el catalán „tildándolo, despectivamente, de "polaco"„ miente también. Y ambos demuestran su cerrilismo. Como lo demuestra quien va ondeando por ahí su amor a una lengua concreta como justificación de su victimismo, su resentimiento, o su odio. Las taras se manifiestan de muy distintas maneras en la vida.

Nadie le ha enseñado, parece, a la señora Trujillo, que existe el Tirant Lo Blanc, las poesías de Ausiàs March o el pensamiento de Ramon Llull (más citado que leído, más totemizado que conocido). Alguien debería hacerlo. Que empiece por el ensayo de Vargas Llosa sobre el libro de Joanot Martorell y así le será más fácil. Que escuche „debería haberlo hecho, por edad„ a Pau Riba o a Sisa y tal vez sepa valorar la plasticidad, musicalidad y maleabilidad del catalán a la hora de adaptarse a la música del siglo XX. Que lea a Gabriel Ferrater y a lo mejor descubrirá que es superior al gran Gil de Biedma (que seguro conoce) y esto es decir mucho. Que se pierda en los símbolos de J.V. Foix y probablemente tendrá unos sueños que no ha tenido nunca. O que lea a los autores catalanes en castellano „Barral, otra vez Gil de Biedma, Marsé...„ y observe el respeto que siempre tuvieron por la buena literatura en catalán. Que lea a Pla, que lea a Pla, que lea a Pla... Y hablo de literatura porque estoy convencido de que la memoria de Europa es la literatura y que sólo la memoria nos impide volver a caer en lo peor de nosotros mismos. En fin, no soy quien para decirle lo que debe hacer, pero sí para pedir que por lo menos „como antigua autoridad del Estado„ no diga tonterías.

Porque lo único que recuerdo yo de la señora Trujillo es que fue ministra de uno de los gobiernos de Zapatero y que tuvo una idea despampanante sobre no sé qué de unos pisos de treinta metros cuadrados o la apología del zulo como vivienda. No recuerdo nada más, creo, y si lo recuerdo puedo hacerlo en las dos lenguas que se emplean en nuestra tierra: una de ellas es la que la señora Trujillo no sabe para qué asuntos importantes sirve. Pues sirve, por ejemplo, para no pensar ni decir estupideces como la suya. Podrán decirse otras „y de hecho se dicen muchas en estos últimos tiempos: lo nunca visto ni oído llega a decirse„ pero ésa en concreto, no. A ver si aprendemos de una vez, que todo esto es una pesadez „incluso tenerlo que explicar, a estas alturas, lo es„ y bastante hay ya con la que cae. Al menos para los que no somos partidarios del monolingüismo político.